«Si el cine ha nacido ha sido por
la convergencia de su obsesión, es decir, un mito: el del cine total»
André Bazin
«Un artículo negativo escrito por
Bazin describe mejor una película que un artículo elogioso escrito por uno de
nosotros»
François Truffaut
SI existe un
nombre al que identificamos inmediatamente con la crítica y el análisis
cinematográfico éste sería quizás el de André Bazin. Sus escritos siguen
conservando una frescura asombrosa después de casi cinco décadas. Era un
teórico elegante, honesto, de precoz madurez intelectual y con una visión
crítica profunda y apasionada. Amable y flexible en sus argumentaciones y
profundamente humano en su trato. Desempeñó su labor teórica durante quince
años hasta su prematura muerte en 1958.
Definido como "el mejor
crítico francés de la posguerra" por George Sadoul, en Bazin nada era
forzado, ni vehemente, sino reflexivo, incluso, a veces, cauto en sus
apreciaciones y humilde en su devoción por el cine.
Desde sus primeros escritos,
Bazin se empeñará en realizar una "crítica cinematográfica en
relieve", es decir, una crítica que profundice en la esencia misma del
cine. «Bazin —escribía Truffaut— no ha sido el único en analizar el
valor de la imagen, su naturaleza. No obstante, tengo la impresión de que fue
el único en preguntarse realmente sobre la función de la crítica» (1).
Así, dejando de lado la
superficialidad que generalizaba a la crítica de su época, Bazin entiende que
debe darse al público algo más, se ha de atender al proceso técnico, y que el
espectador cinematográfico se interese por la luz, los decorados, el montaje,
la música, el guión... tanto como en las circunstancias históricas en las que
se desarrolla cada etapa de la historia del cine. Esto es lo que realmente
llevará al espectador a entender el cine.
Y es que para Bazin, el cine
camina estrechamente vinculado al desarrollo tecnológico y a las circunstancias
sociales, políticas, en fin, a las circunstancias propias de cada periodo
histórico. El cine nace y se transforma (del cine mudo al sonoro, del blanco y
negro al color) debido a la influencia del entorno. Y así, en contra de los
estudiosos que defienden que la única forma de cine puro es el cine mudo, Bazin
entendía que, al contrario, el sonido viene a completar al cine mudo, en lo que
será su evolución natural.
Defensor de un lenguaje propio
del cine y del cine como lenguaje. No dudaba en afirmar: «El cine es un
lenguaje». Y será este lenguaje, más que cualquier convención social, la
que determinará lo que se entiende por el "cine clásico".
Para Bazin el mito que dirige la
invención del cine es el del "realismo integral", es decir la
recreación del mundo a su imagen, una técnica de reproducción de la realidad
como lo fueron antes la fotografía o el fonógrafo. «Una imagen —dirá Bazin— sobre la que no pesaría la hipoteca
de la libertad de interpretación del artista ni la irreversibilidad del tiempo. Un arte total, lo que llamará "el
mito del cine total"» (2).
Bazin exaltaba el cine, bueno o
malo, del que siempre tenía la posibilidad de reflexionar y extraer
conclusiones. A este respecto, J. Francisco Aranda, en su magnífico libro Luis Buñuel. Biografía crítica, recogía la siguiente reflexión de
Man Ray: «Los peores films que haya podido ver, aquellos que me hacen dormir
profundamente, contienen siempre cinco minutos maravillosos, y los mejores, los
más celebrados, cuentan solamente con cinco minutos que valgan la pena: o sea,
que tanto en los buenos como en los malos films, y por encima y a pesar de las
buenas intenciones de sus realizadores, la poesía cinematográfica pugna por
salir a la superficie y manifestarse» (3).
Esto es justo lo que Bazin pensaba sobre las películas. Con un riguroso y
profundo análisis sobre la imagen, Bazin, por ejemplo, comprende a través de la
obra de Hitchcock, que guión y dirección son indisociables, agradece que Ciudadano Kane recupere definitivamente el camino
hacia el realismo a través de su deslumbrante puesta en escena. Pone la
atención en los secretos escondidos en el film de Rossellini, Paisà, la maestría de De Sica en cada plano
de El ladrón de bicicletas y el estilo único de Renoir en su
película, La regla del juego.
Como recordará Truffaut, las
películas que más influyeron en Bazin fueron,Le jour se lève de Marcel Carné, Monsieur Verdoux de Chaplin, La regla del juego de Renoir y la película de Welles, Ciudadano Kane.
En 1952, Bazin funda junto al
crítico y realizador Jacques Doniol-Valcroze (1920-1989) y a un grupo de
jóvenes críticos la mítica revista Cahiers
du cinéma que continuaba la
labor de la desaparecida La
revue du cinéma.
Durante la década de los
cincuenta, la revista marcó sus pautas en materia de crítica y análisis
cinematográfico y consolidó la enorme importancia e influencia que llegará a
tener. Bazin se mantendrá ligado a ella hasta el año de su muerte. Cahiers se caracterizaba por su interés en
el cine italiano y el neorrealismo y recuperó para el espectador el, por
entonces algo denostado por los demás sectores de la crítica, cine
norteamericano. Así, devuelven el lugar que les correspondía a las películas de
Hitchcock, Lang, Fuller y sobre todo exaltan la obra del cineasta Nicholas Ray.
En sus páginas se formaron
algunos de los cineastas más importantes de las décadas de los cincuenta y
sesenta como Truffaut, Godard, Rivette, Chabrol, Rohmer... aquellos jóvenes
críticos, seguidores y discípulos de Bazin, unos pocos años después formarán lo
que se denominará Nouvelle
Vague, la nueva ola (4).
Con ellos dará comienzo uno de los periodos más interesantes y personales de la
cinematografía gala.
Estos cineastas no han dudado en
expresar lo mucho que Bazin influyó en ellos. Y es que desde las páginas de Cahiers, Bazin reflexionó sobre
todos los aspectos del cine, formulando sus ya conocidas teorías sobre la
imagen.
No sólo era el alma de Cahiers donde desarrolla una intensa
actividad como crítico, sino que también publica entre 1958 y 1962 cuatro
volúmenes de su más famoso libro, ¿Qué
es el cine? Probablemente sea
uno de los libros más traducidos y reeditados en el mundo sobre cine. También
escribe libros monográficos sobre Orson Welles, Vittorio de Sica y Jean Renoir,
tres de sus más admirados directores.
En 1959, un año después de su
muerte, François Truffaut dedica a André Bazin su película Los cuatrocientos golpes.
Bazin amaba al cine por el cine,
admiraba a Stroheim, a Welles y a Flaherty, le gustaba el western y la comedia americana y sobre todo
admiraba a su gran amigo Jean Renoir. Fue también amigo de alguno de los
realizadores más importantes de su época; Welles, Rossellini, Truffaut, Cocteau
y Fellini.
Truffaut finaliza el prefacio del
libro de Dudley Andrew con estas palabras:«Añoramos a Bazin». Nosotros, los cinéfilos sin
remedio, los amantes de la imagen, añoramos hoy día a críticos como André
Bazin. Porque Bazin, desde su inmensa sensibilidad, manifestaba que el cine era
el arte propio del amor. «No se podría comprender enteramente el arte de un
Flaherty, de un Renoir, de un Vigo, y sobre todo, de un Chaplin, si no se busca
antes qué variedad particular de ternura, qué clase de afecto sensual o
sentimental se refleja en sus films. Creo que más que cualquier otro arte, el
cine es el arte propio del amor» (5).
Bazin consiguió algo no sólo
difícil dentro de la crítica en general sino en especial en la crítica
cinematográfica donde casi siempre priman intereses más comerciales que artísticos,
Bazin consiguió "encender una luz", una luz que todavía hoy día es
capaz de iluminar con los más bellos resplandores.
(1) Andrew, Dudley, André Bazin. Éditions de L´Étoile. Febrero,
1983. Prefacio de François Truffaut. Añoramos a André Bazin. Recogido en François
Truffaut, El placer de la mirada.Ediciones
Paidós Ibérica, S.A. Barcelona, 1999, pág. 61.
(3) Aranda,
Francisco J. Luis Buñuel. Biografía crítica. Editorial Lumen. Barcelona,
1969, pág. 334.
(4) En 1957
aparece por primera vez el término Nouvelle Vague ("Nueva ola") en el semanal
francés "L´Express". Acuñó el término la periodista Françoise Giroud.
Texto 95: André Bazin reflexiona sobre
la función social del cine
Lautréamont, o Van Gogh han podido crear, incomprendidos o ignorados por
su época. El cine no puede existir sin un mínimo (y este mínimo es inmenso) de
espectadores inmediatos. Incluso cuando el cineasta se enfrenta con los gustos
del público, su audacia es válida solo en cuanto es posible admitir que el
espectador se equivoque sobre lo que debería gustarle, y lo que ahora no le
gusta llegue a gustarle un día. La única posible semejanza contemporánea con el
cine habría que buscarla en la arquitectura, porque una casa solo tiene sentido
si es habitable. El cine también es un arte funcional.
André Bazin.
Este texto pertenece al crítico francés André
Bazin, fundador de la reconocida revista Carhiers du Cinema que acogió a
críticos (también cineastas) de la talla de François Truffaut, Claude Chabrol,
Eric Rohmer, Jean Luc Godard entre otros tantos. El texto forma parte de un
estudio publicado en España por la editorial Rialp en el año 1.966, cuyo
original se publicó en París por Editions du Cerf y que obra bajo el título de "A favor de un cine impuro".
El cine no tiene sentido sin los espectadores.
Necesita de ellos para ser lo que es. El cine es esencialmente comunicación. Y
en consecuencia carece de sentido eso que suelen decir muchos cineastas que las
películas las hacen para sí mismos. En el mundo de la arquitectura, la
construcción de una casa, una vivienda, un chalet, o un adosado están ordenados
a cumplir con su función esencial de ser habitables. Si estas construcciones no
lo fueran, devendrían fatalmente inservibles, inútiles y contrarios a los fines
intrínsecos de la ciencia de la arquitectura. Una casa en la que no se puede
vivir no es una casa. Y de la misma manera una película que no satisface el
gusto de los espectadores no cumple con la función social para la que fue
concebida. Al cine no le es dado vulnerar sus esenciales fines, a no ser que se
ponga en peligro aquello mismo que le confiere consistencia. El cine como
cualquier forma de arte conlleva una función social inexorable.
André Bazin fue uno de los fundadores de la prestigiosa revista de cine Cahiers du Cinema en 1951, con varios libros en su
haber sobre cine y un amplio caudal de artículos en torno al mismo tema.
Disciplinado y entusiasta crítico y teórico del cine, murió en 1958, dejando
para la posteridad su influyente figura y su legado. También una lista de lo
que para él fueron las mejores películas de la historia. Esa es la que os
dejamos por aquí abajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario