LA EDAD DE ORO DEL CINE SONORO
The
Jazz Singer
He aquí los
primeros balbuceos de una técnica, y pronto un arte, nuevos. La voz todavía suena
erizada; el sonido, chillón; la manera, poco graciosa. Pero el cine surge
del mundo del silencio. Y no volverá a callar.
Rabinowitz, cantor
judío en la sinagoga, está convencido de que su hijo Jakie lo sucederá en el puesto de cantor. Pero
el muchacho prefiere correr a los bares de moda, donde hace furor una nueva música (el jazz). Expulsado del hogar
paterno, comienza una fructífera
carrera como cantante profano; maquillado de negro, se convierte, bajo el nombre de Jack Robin, en un
éxito del music-hall. El padre enferma, el hijo corre a pedir su
perdón. El jazz negro se reconcilia con el folclore yiddish...
La llegada de un
cuarteto a la estación de Hollywood
No es gracias a su
guión (variación sobre el tema del regreso del hijo pródigo) ni a su dirección,
debida a un honesto artesano, Alan Crosland, que El cantor de
jazz tiene
importancia para la historia del cine, sino al hecho de que se trata del primer film «sonoro, parlante y cantante», que implicaba la revolución técnica,
económica y artística que ya se conoce.
Por cierto que el cine parlante estaba, por así decir, en el aire, y desde hacía mucho tiempo: a partir
de 1896 se venía experimentando con diversos sistemas de sincronización de
sonido y de imagen, sobre disco o sobre cilindro. En 1926 el propio Alan
Crosland había realizado una película (Don Juan) que incluía numerosos fragmentos cantados. Fue la Warner Bros., al
borde del fracaso, que decidió jugarse el todo por el todo por el
porvenir del cine sonoro. Las pocas
palabras de diálogo pronunciadas por el héroe tuvieron el efecto de una bomba sobre los espectadores, comparable a la
entrada del tren en la estación de Ciotat. Había nacido el cine sonoro. A
continuación se descubrirá que es más rentable grabar el sonido directamente sobre la película (procedimiento
Movietone), al precio de unos
pocos ajustes técnicos. Poco a poco todo el mundo se pasó a las talkies (películas
habladas).
Sin embargo, será
necesaria otra producción de la Warner, Lights of New York (1928), para poder
ver un film «cien por cien hablado», y una obra como Aleluya para
medir la amplitud estética de esta revolución. En cuanto a Europa, no se modernizará hasta
1929.
El cantor de jazz, con sus melodías
almibaradas y sus ritmos negros-blancos, no por ello dejó de abrir el
camino. Como lo señaló con gran justicia Alan Crosland, «la unión con la
palabra hizo salir al cine del dominio limitado de la pantomima para hacerlo entrar en
el reino de la comedia».
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