martes, 11 de septiembre de 2012

El cantante de jazz – 1927 - Alan Crosland - Texto


LA EDAD DE ORO DEL CINE SONORO

The Jazz Singer

He aquí los primeros balbuceos de una técnica, y pronto un arte, nuevos. La voz toda­vía suena erizada; el sonido, chillón; la manera, poco graciosa. Pero el cine surge del mundo del silencio. Y no volverá a callar.

Rabinowitz, cantor judío en la sinagoga, está convencido de que su hijo Jakie lo sucederá en el puesto de cantor. Pero el muchacho prefiere correr a los bares de moda, donde hace furor una nueva música (el jazz). Expulsado del hogar paterno, comienza una fructífera carrera como cantante profano; maquillado de negro, se convierte, bajo el nombre de Jack Robin, en un éxito del music-hall. El padre enferma, el hijo corre a pedir su perdón. El jazz negro se reconcilia con el folclore yiddish...

La llegada de un cuarteto a la estación de Hollywood

No es gracias a su guión (variación sobre el tema del regreso del hijo pródigo) ni a su dirección, debida a un honesto artesano, Alan Crosland, que El cantor de jazz tiene importancia para la historia del cine, sino al hecho de que se trata del primer film «sonoro, parlante y cantante», que implicaba la revolución técnica, económica y artística que ya se conoce. Por cierto que el cine parlante estaba, por así decir, en el aire, y desde hacía mucho tiempo: a partir de 1896 se venía experimentando con diversos sistemas de sincronización de sonido y de imagen, sobre disco o so­bre cilindro. En 1926 el propio Alan Crosland había realizado una película (Don Juan) que incluía numerosos fragmentos cantados. Fue la Warner Bros., al borde del fracaso, que decidió jugarse el todo por el todo por el porvenir del cine sonoro. Las pocas palabras de diálogo pronunciadas por el héroe tuvieron el efecto de una bomba sobre los espectadores, comparable a la entrada del tren en la estación de Ciotat. Había nacido el cine sonoro. A continuación se descubrirá que es más ren­table grabar el sonido directamente sobre la película (procedimiento Movietone), al precio de unos pocos ajustes técnicos. Poco a poco todo el mundo se pasó a las talkies (películas habladas).
Sin embargo, será necesaria otra producción de la Warner, Lights of New York (1928), para poder ver un film «cien por cien hablado», y una obra como Aleluya para medir la amplitud estética de esta revolución. En cuanto a Europa, no se mo­dernizará hasta 1929.
El cantor de jazzcon sus melodías almibaradas y sus ritmos negros-blancos, no por ello dejó de abrir el camino. Como lo señaló con gran justicia Alan Crosland, «la unión con la palabra hizo salir al cine del dominio limitado de la pantomima para hacerlo entrar en el reino de la comedia».











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