sábado, 8 de septiembre de 2012

Los muelles de Nueva York - Josef von Stenberg - Texto


The Docks of New York
Director: Josef von Stenberg.
Guión: Jules Furthman, Julian Johnson, según la historia The Dock Walloper de John Monk Saunders.
Productora: Paramount Famous Lasky Corporation.
Estreno: 19 de septiembre de 1928.
País: EEUU.

Uno de tantos barcos arriba al puerto de Nueva York. Los marineros salen a disfrutar de su permiso. Bill Roberts, un rudo fogonero, rescata de las aguas a una muchacha, Nell, que intentaba suicidarse. En brazos la traslada hasta el Sandbar, una sórdida tasca cercana al muelle, donde ella se recupera mientras Bill le da ánimos. Seducido por su belleza y estimulado por el afán de probar de todo, Bill le propone matrimonio y ella acepta. Llaman a un pastor y se celebra la ceremonia en la taberna. Por la mañana, Bill con sigilo, abandona la compañía de Nell, pero al oír un disparo, vuelve a la casa. Han matado al contramaestre de calderas en la habitación de Nell y la policía se dispone a detener a la joven. En ese momento, la mujer del contramaestre y compañera de Nell en la cantina, se confiesa culpable.
Bill le anuncia a Nell su intención de embarcarse de nuevo. Ella dolida, le despacha de su lado. A bordo del barco, Bill recapacita y lanzándose al agua,  nada hasta el puerto. Allí se entera que Nell ha sido arrestada. En el juzgado se le acusa de llevar ropa robada, la que Bill le había proporcionado. El marinero se acusa del robo y es condenado a 60 días de prisión. Bill le pide a Nell que le espere y ella se lo promete.

Tras el rodaje de La redada (The Dragnet, 1928), Stenberg se enfrenta a su nuevo proyecto, también con un guión de Jules Furthman, basado en The Dock Walloper, un relato de ámbito portuario del escritor John Monk Saunders. El realizador huye esta vez de los escenarios naturales, refugiándose en el estudio para la reconstrucción de los ambientes portuarios. Lo que a primera vista pudiera parecer un handicap, constituye uno de los principales aciertos del film. La subsiguiente pérdida de realismo que ello provoca posibilita la conceptualización de toda la poesía y el onirismo que el puerto de mar desprende.
La melancolía, el romanticismo, el erotismo, la sordidez, la violencia encuentran pintor inigualable en este indiscutible maestro de la luz y las sombras, en este perfecto compositor de la imagen que es Stenberg. Del mismo modo, el marcado interiorismo permite el lucimiento del decorador germano Hans Dreier, habitual colaborador de Lubitsch.
La ausencia de sentimentalismo puede considerarse el otro gran acierto del film. Su director no cae nunca en la tentación de justificar a sus personajes; no indaga en ellos ni nos describe su pasado para explicarnos su presente. Se trata de seres humanos. Ciertamente, sus actos no son intachables, pero no por eso tienen que representar necesariamente el resultado único de una concatenación de desgracias previas, ni haberse visto abocados a esa situación indefectiblemente. Stenberg no es Griffith, sólo los muestra tal como son.
La película, que se estrena el 19 de septiembre de 1928 en el Paramount Theatre de Nueva York, es posiblemente la mejor rodada por su director hasta el momento, y sin duda, una obra maestra.

Luis Enrique Ruiz
Obras Maestras del Cine Mudo











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