Director: René Clair
Guión: Francis Picabia, René Clair
Productora: Rolf de Maré para Les Ballets Suedois
Estreno: 4 de diciembre de 1924
País: Francia
En un lugar de
la gran ciudad, dos hombres saltan y discuten junto a un cañón, en el que introducen
un proyectil, que sale por la boca del arma.
Las cabezas de
tres muñecos se hinchan y se deshinchan una y otra vez. Las luces invaden la metrópoli
al llegar la noche. Una bailarina de ballet ejecuta una danza. De día, dos
personas juegan una partida de ajedrez sobre un tejado, hasta que una tromba de
agua que cae sobre el tablero, hace que los jugadores se dispersen.
Una flor abre
sus estambres, que resultan ser los pies de la bailarina, que salta y da
vueltas; la mujer tiene una barba poblada.
Al divisar un
huevo que baila y se multiplica, un cazador dispara sobre él, surgiendo
entonces una paloma que se posa sobre su hombro. Otro cazador, al intentar abatir
al ave, alcanza al hombre, que cae al vacío desde un tejado.
Tras el funeral, la comitiva se coloca detrás del coche que porta el
féretro y del que cuelgan panes y salchichones. Tirado por un dromedario, el
coche emprende su marcha, siendo seguido por el séquito que da saltos a cámara
lenta. Pero el animal se suelta del coche y éste se embala durante el descenso
por una calle pendiente, lo que obliga al séquito a iniciar una frenética
persecución.
Al tomar una curva, el ataúd sale despedido sobre un prado. Hasta allí
van llegando los improvisados corredores, que observan atónitos como el féretro
se abre y de él sale el cazador convertido en mago; el cual, con su varita
mágica hace desaparecer, primero, el ataúd y, luego, uno a uno a todos los
presentes.
Finalmente, volviendo la varita hacia él, desaparece también.
El film es concebido por Francis Picabia y René Clair, para servir de
entreacto al ballet Relâche de Rolf de Maré y en el participan
influyentes artistas de la época, entre los que destacan Man Ray, Marcel Duchamp y el propio Picabia. Rompiendo abiertamente con el cine narrativo, Entr'acte va a significarse como una de las obras
más innovadoras de toda la vanguardia cinematográfica. La película refiere una
serie de incidentes extraños, a través de una historia inconexa, que es dotada para
su exposición de un ritmo que va paulatinamente in crescendo.
En ella, el realizador, sirviéndose del ralentí y la aceleración con
fines burlescos, nos conduce a una delirante persecución final, que
imita a la vez que homenajea el estilo de Mack Sennett y sus famosos Keystone
Cops.
Este alegre festival visual se mueve en una dimensión dadaísta, en
donde el movimiento exacerbado, sorpresivo y delirante, una vez liberada la
imagen de su deber de significar, no pretende sino divertir. Así, cabe citar la
secuencia en la que el vehículo funerario pierde el control; entre los
perseguidores se encuentra un señor, aparentemente desprovisto de piernas; el
hombre, montado sobre un carrito, puede a duras penas seguir el ritmo de sus
compañeros. Llegado a un punto, el señor abandona el carrito para continuar el
seguimiento del féretro a la carrera.
Todas estas premisas convenientemente asimiladas por otras corrientes
vanguardistas en los años siguientes, y adecuadamente alimentadas de una mayor mordacidad
y poder de provocación, van a ocasionar el nacimiento
del surrealismo cinematográfico.
Aunque en su estreno, el 4 de diciembre de 1924 en el Téâtre des Champs
Elysées, el film escandaliza a los organizadores por su tono inconformista y
burlón, pronto va a hacerse muy célebre, lo que va a permitir a Clair
proyectarlo separadamente en salas de vanguardia, y además va a permitir la
distribución de París qui dor,
1923, su ópera prima, que había sido realizada por Clair el año anterior.
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