viernes, 27 de julio de 2012

La línea general / Lo viejo y lo nuevo - Sergei M. Eisenstein


Staroe i Novoe
Director: Sergei M. Eisenstein
Guión: Sergei M. Eisenstein, Grigori Alexandrov
Productora: Sovkino (Moscú)
Estreno: 7 de noviembre de 1929
País: URSS.

En remotos lugares existen numerosas y pequeñas haciendas campesinas, cuyos moradores llevan una vida miserable, y cuyo progresivo minifundismo les empobrece aún más. Una campesina, Marta Lapkina, al no poseer un caballo, ve como su famélica vaca cae moribunda cuando realiza con ella las tareas del campo. Marfa considera que no puede vivir así y habla a los campesinos de unión, pero sólo ella está de acuerdo cuando el Komsomol habla de organizar un koljoz (cooperativa agraria).
Los devotos campesinos, ante el paso de una nube casual, se levantan a rezar preguntándose si eso no es un engaño. Igual escepticismo muestran ante la nueva máquina desnatadora pero, al comprender su valía, aumentan los miembros del koljoz. Se extirpa la raíz de lo viejo, pero no del todo. Marfa es zarandeada por los campesinos cuando les reprocha que se repartan el dinero de la cooperativa.
El KOMSOMOL les hace entrar en razón y les convence de la conveniencia de comprar un toro para mejorar la raza. La producción se organiza y da como fruto el sovjos: centenares de vacas, leche embotellada, cerdos, pollos, todo es una realidad, hasta Fomka, el primer toro comunal. El koljoz camina hacia un estado comunal. Hay que ampliar la hacienda y labrar en común con el tractor. Aunque los viejos inicialmente se oponen, cuando conocen su trabajo vitorean a la máquina.
Se acerca el otoño, Marfa acude a la ciudad para reclamar el tractor que no ha llegado. Los kulaks envenenan a Fomka, pero la llegada de cientos de tractores permite a los campesinos fortalecer sus lazos con el campo. El socialismo, imparable, sigue adelante.

Las nuevas consignas de Lenin sobre la industrialización del campo llevan a Eisenstein,  auxiliado en tareas de guión y dirección por Grigori Alexandrov, a comenzar el rodaje de Stavoe i Novoe antes de haber concluido Octubre. Pero los cambios programáticos que se producen en la colectivización agrícola le obligan a reescribir el guión.
Aunque en su discurso el film se parece mucho al «cuento de la lechera» en versión bolchevique, con los pérfidos kulaks y los ignorantes campesinos construyendo, casi de la nada, una enorme factoría, la película encierra numerosos e importantes hallazgos.
Uno de ellos lo constituye la destacada figura de la campesina María Lapkina, que se convierte en la primera heroína de la cinematografía eisensteiniana.
El film, planteado como una parábola, nos presenta la bondad de lo nuevo frente a la inutilidad de lo viejo. La toma de conciencia por el campesinado del engaño que supone la religión, es referida en una escena mágica y cargada de simbolismos. Igualmente excepcional resulta aquella en la que, a través de un montaje alternado, Eisenstein nos muestra las semejanzas entre un saltamontes y la nueva trilladora.
El realizador se adentra en un universo mucho más reducido e íntimo que el de sus films anteriores, y mediante la espléndida fotografía de Eduard Tissé, nos muestra imágenes del campo poblado de espigas, que resultan poéticas como lenguaje y de gran belleza visual.
El clímax final, en donde cientos de hombres describen círculos en el campo con sus tractores, embriagados por el proyecto en que están comprometidos, es a la vez, delirante y delicioso.
El mensaje de la película, especialmente en su final, no convence a Stalin, lo que hace caer a Eisenstein en desgracia ante el régimen socialista. En Nueva York -ciudad a la que el realizador ha sido invitado por los directivos de la Paramount y donde es recibido como un genio cinematográfico-, la película es exhibida en una pequeña sala de arte y ensayo, decepcionando al público, a quien sorprende negativamente tamaña exaltación de la colectivización.







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