Staroe i
Novoe
Director:
Sergei M.
Eisenstein
Guión:
Sergei M.
Eisenstein, Grigori Alexandrov
Productora: Sovkino (Moscú)
Estreno: 7 de noviembre de 1929
País: URSS.
En remotos lugares existen numerosas y pequeñas haciendas campesinas,
cuyos moradores llevan una vida miserable, y cuyo progresivo minifundismo les empobrece
aún más. Una campesina, Marta Lapkina, al no poseer un caballo, ve como su
famélica vaca cae moribunda cuando realiza con ella las tareas del campo. Marfa
considera que no puede vivir así y habla a los campesinos de unión, pero sólo ella
está de acuerdo cuando el Komsomol habla de organizar un koljoz (cooperativa
agraria).
Los devotos campesinos, ante el paso de una nube casual, se levantan a rezar
preguntándose si eso no es un engaño. Igual escepticismo muestran ante la nueva
máquina desnatadora pero, al comprender su valía, aumentan los miembros del koljoz.
Se extirpa la raíz de lo viejo, pero no del todo. Marfa es zarandeada por
los campesinos cuando les reprocha que se repartan el dinero de la cooperativa.
El KOMSOMOL les hace entrar en razón y les convence de la
conveniencia de comprar un toro para mejorar la raza. La producción se organiza
y da como fruto el sovjos: centenares de vacas, leche embotellada, cerdos,
pollos, todo es una realidad, hasta Fomka, el primer toro comunal. El koljoz
camina hacia un estado comunal. Hay que ampliar la hacienda y labrar en
común con el tractor. Aunque los viejos inicialmente se oponen, cuando conocen
su trabajo vitorean a la máquina.
Se acerca el otoño, Marfa acude a la ciudad para reclamar el tractor que
no ha llegado. Los kulaks envenenan a Fomka, pero la llegada de cientos
de tractores permite a los campesinos fortalecer sus lazos con el campo. El socialismo,
imparable, sigue adelante.
Las nuevas consignas de Lenin sobre la industrialización del campo
llevan a Eisenstein, auxiliado en tareas
de guión y dirección por Grigori Alexandrov, a comenzar el rodaje de Stavoe i Novoe antes de
haber concluido Octubre. Pero los cambios programáticos que se producen en
la colectivización agrícola le obligan a reescribir el guión.
Aunque en su discurso el film se parece mucho al «cuento de la lechera»
en versión bolchevique, con los pérfidos kulaks y los ignorantes campesinos
construyendo, casi de la nada, una enorme factoría, la película encierra
numerosos e importantes hallazgos.
Uno de ellos lo constituye la destacada figura de la campesina María
Lapkina, que se convierte en la primera heroína de la cinematografía eisensteiniana.
El film, planteado como una parábola, nos presenta la bondad de lo nuevo
frente a la inutilidad de lo viejo. La toma de conciencia por el campesinado
del engaño que supone la religión, es referida en una escena mágica y cargada de
simbolismos. Igualmente excepcional resulta aquella en la que, a través de un
montaje alternado, Eisenstein nos muestra las semejanzas entre un saltamontes y
la nueva trilladora.
El realizador se adentra en un universo mucho más reducido e íntimo que
el de sus films anteriores, y mediante la espléndida fotografía de Eduard
Tissé, nos muestra imágenes del campo poblado de espigas, que resultan poéticas
como lenguaje y de gran belleza visual.
El clímax final, en donde cientos de hombres describen círculos en el campo
con sus tractores, embriagados por el proyecto en que están comprometidos, es a
la vez, delirante y delicioso.
El mensaje de la película, especialmente en su final, no convence a
Stalin, lo que hace caer a Eisenstein en desgracia ante el régimen socialista.
En Nueva York -ciudad a la que el realizador ha sido invitado por los
directivos de la Paramount
y donde es recibido como un genio cinematográfico-, la película es exhibida en
una pequeña sala de arte y ensayo, decepcionando al público, a quien sorprende
negativamente tamaña exaltación de la colectivización.
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