Director: Dziga Vertov
Año: 1934
En 1934, Vertov hace Tri pesni o Lenine (Tres cantos a Lenin), en conmemoración del
décimo aniversario de su muerte, y tiene que esperar seis meses para su estreno
oficial. Al final, fue agregado material de archivo adicional: se intentaba
resaltar lo más posible la figura del líder.
Para esa época el arte en general y más
específicamente el cine y la literatura soviéticos se hallaban en un momento crítico,
que Trotsky describía desde su exilio en México:
“La
Revolución de Octubre dio un impulso magnífico al arte
soviético en todos los campos. Por el contrario, la reacción burocrática ha
aplastado el renacimiento artístico con su mano totalitaria. (…) El arte
oficial de la Unión
Soviética –y allí no existe otro arte– comparte el destino de
la justicia totalitaria, es decir, la mentira y el fraude. El objetivo de la
justicia, como del arte, es la exaltación del jefe, la fabricación artificial
de un mito heroico. (…) Numerosas películas sobre la Revolución de Octubre
presentan un centro revolucionario dirigido por un Stalin que nunca existió.
Con la docilidad que lo caracteriza, el pretendido arte soviético ha hecho de
este mito burocrático uno de sus temas predilectos. (…) El estilo actual se
llama oficialmente ‘realismo socialista’. El propio nombre le debe haber sido
dado por un director cualquiera de una sección artística cualquiera. Ese
realismo consiste en remedar los clichés provincianos del tercer cuarto del
siglo pasado. El carácter socialista se expresa en la reproducción mediante
fotografías falseadas de acontecimientos que nunca se produjeron. El ala
izquierda de la intelectualidad occidental se ha postrado de rodillas ante la
burocracia soviética. Los artistas dotados de carácter y de talento han permanecido
por lo general al margen. Pero los fracasados, los carreristas y las nulidades
han puesto aun mayor celo en trepar al primer plano”. [33]
A pesar de la utilidad de tomar los escritos de
Trotsky con el fin de obtener una referencia de lo vivido en la Unión Soviética
por esos años, la discusión sobre la delimitación del concepto de libertad en
el marco de las necesidades colectivas es un tanto más compleja que la
oposición Lenin-Stalin o Trotsky-Stalin.
Lo que une a un buen revolucionario marxista-leninista
y a un conservador a ultranza es la capacidad de hacerse cargo, de una manera u
otra, del poder que está ejerciendo. Idea totalmente ausente en la concepción
liberal (de derecha o de izquierda) del mundo. “Libertad. Sí. Pero. ¿Para
quién? ¿Para hacer qué?”
A la luz de la experiencia del “socialismo
realmente existente” tal vez la idea que más deba ser revisada de esta teoría
es el concepto de “consecuencias objetivas de los actos”. El hecho de que,
independientemente de las intenciones, lo que uno hace sirve de manera objetiva
a determinados intereses. De modo que el “objetivismo” (el centrarse en el
significado objetivo) es la forma aparente de su opuesto, un completo
subjetivismo: Yo decido lo que tus actos significan desde mi formación, prejuicio
y necesidades personales.
Por el contrario, dentro de la doctrina
marxista-leninista, resulta valioso el concepto de “libertad real”. La libertad
es real precisamente, y sólo, como la capacidad de trascender las coordenadas
de una situación dada, es decir de redefinir la situación misma en la cual uno
es activo. Aquí nos encontramos en el nervio central mismo de la ideología
liberal: el concepto de libre elección basado en la idea de un sujeto
psicológico dotado de inclinaciones que él o ella buscan cumplir.
J.L. Beauvois presenta tres modos de lo que lleva a
las personas a realizar un acto que va en contra de sus inclinaciones y/o
intereses percibidos:
1. El autoritario, la orden pura. Sustentado en la
recompensa, si el sujeto lo hace, y en el castigo si no lo hace. “Debes hacerlo
porque yo lo digo, sin cuestionarlo.”
2. El totalitario. La referencia a una causa o un bien común mayor que el interés percibido del sujeto. “Deberías hacerlo porque si bien es desagradable, sirve a nuestra Nación, a nuestro Partido, ala Humanidad.”
2. El totalitario. La referencia a una causa o un bien común mayor que el interés percibido del sujeto. “Deberías hacerlo porque si bien es desagradable, sirve a nuestra Nación, a nuestro Partido, a
3.
El liberal. La referencia a la naturaleza íntima del sujeto. “Lo que se te pide
que hagas puede sonar repulsivo pero mira en tu interior y descubrirás que
hacerlo esta en tu verdadera naturaleza.” [34] Así funciona la publicidad.
En cierto sentido, el liberalismo sería incluso el
peor de los tres. Dado que naturaliza las razones para la obediencia dentro de
la estructura psicológica interna del sujeto. Así la paradoja es que los
sujetos “liberales” son, en cierto sentido, los menos libres. Para Lenin,
entonces, la elección verdaderamente libre es aquella en la que no elijo
meramente entre dos o más opciones, dentro de un conjunto de coordenadas
establecidas previamente, sino aquella en la que elijo cambiar el conjunto de
las coordenadas mismas. El objetivo no es limitar la libertad de elección sino
mantener la elección fundamental.
El arte de vanguardia ruso de principios de los
años ’20 no solo apoyó celosamente la industrialización sino que se dedicó a
reinventar un nuevo hombre industrial. Ya no se trataba del viejo individuo de
pasiones sentimentales arraigado en las tradiciones sino del nuevo hombre que
gustosamente acepta su papel como un tornillo en la gigantesca máquina
industrial.
Para la ideología estalinista oficial el “realismo”
socialista stalinista fue un intento de reafirmar un socialismo “con un rostro
humano”, es decir, de “reinscribir el proceso de industrialización en los
límites del individuo psicológico tradicional”. [35]
Forma y Contenido: falsa oposición
A pesar de –y no gracias a– las “intervenciones”
desde el poder del Estado con el objetivo de hacer de la película de Vertov “un
hecho de contenidos políticos y no sólo un experimento formal”, Tres cantos a
Lenin (1934) se convirtió en un éxito dentro y fuera de la Unión Soviética.
Comités obreros se dirigían a los cines con banderas que decían “Vamos a ver
Tres cantos a Lenin”.
Vertov había escapado nuevamente a la tentación del
personalismo. Sin duda, Lenin era la figura central del relato, pero había
basado la estructura del film en tres cantos populares, anónimos, dedicados a
Lenin por campesinos y obreros de diferentes regiones de la URSS. La mayor parte de
los planos remiten al trabajo y el esfuerzo cotidiano de los verdaderos
protagonistas de la
Revolución que veían en Lenin un auténtico representante de
sus intereses.
Se lamentaba Vertov a fines de 1934: “Hace más o
menos cuatro meses que el film Tres cantos a Lenin está terminado. Congojas de
la espera. Mi organismo está como un arco tenso. Estoy en alerta noche y día.
No hay que relajar los resortes tensos. Me gustarían más las torturas
habituales, que me hundieran agujas bajo las uñas, que hicieran tostar sobre
una hoguera. Tengo el cerebro tan fatigado que mi cuerpo vacila al menor soplo.
Tengo el mismo andar que la mujer oriental que cojea en el primer canto.”
[36]
Y más adelante se preguntaba a sí mismo y a todos: “¿Es posible…
Conceder al film documental de actualidades los mismos derechos y posibilidades que a los films habituales (teniendo en cuenta las características del film de actualidades)?
Plantear de nuevo el problema de
la proporción leninista en las salas de cine?
Reconquistar la confianza del espectador hacia estos films sin correr tras la cantidad, sino partiendo de la posición “más vale menos, pero mejor”?
Obligar a los circuitos de distribución a concertar con nosotros contratos que incluyan el compromiso de promocionar los films de actualidades?
Instituir para los colaboradores de estos films un sistema de remuneración directamente proporcional a la calidad y cantidad de trabajo efectuado, lo que suprimiría la retribución según un índice formal desprovisto de significación (número de bobinas)?
Reorganizar el sistema de trabajo de los estudios de forma que las actualidades excepcionales o corrientes no frenen la producción de los films documentales artísticos?
Es posible.
¿Es posible morir de hambre, no
de hambre física sino de hambre creadora?
Sí.
Sí.
Morirás y apenas haya ocurrido el hecho, los críticos harán el análisis de la herencia cinematográfica del difunto y establecerán que la forma de la poesía de Vertov estaba legítimamente condicionada por el contenido de su obra creadora”. [37]
Notas
33. TROTSKY, León:
op.cit.
34. BEAUVOIS, J.-L.:
Tratado de la servidumbre liberal, París, 1994.
35. ZIZEK, Slavoj: op.
cit.
36. VERTOV, Dziga.
Memorias de un cineasta bolchevique, Labor, Barcelona, 1974.
37. VERTOV, Dziga: op.
cit.
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