Director: Ewald Andreas Dupont
Guión: Ewald Andreas Dupont, Leo Birinski, basado
en la novela de Félix Holländer
Productora: Erich Pommer para Universum Film A.G.
(Ufa), Berlín
Estreno: 16 de noviembre de 1925
País: Alemania
Tras diez años de prisión, el director de la cárcel comunica al preso n°
28, Stephan Huller, que su mujer ha solicitado el indulto al Ministerio. El reo
comienza a relatar su historia:
Hamburgo. Stephan vive con su mujer y su hijo pequeño; es un trapecista
retirado tras un grave accidente en el que se rompiera las piernas. Un día
llevan hasta su casa a una muchacha huérfana, Bherta-Maria, a la que deciden adoptar.
La joven coquetea descaradamente con Stephan quien, aunque al principio se resiste
a sus encantos, finalmente termina sucumbiendo a ellos.
Huller abandona su familia y se marcha con ella a Berlín. En la capital,
ambos trabajan como trapecistas de feria, cuando un golpe de suerte va a
catapultar su estancada carrera profesional.
El gran Artinelli, que anda buscando acompañantes para su espectáculo en
el Palacio de Invierno, tras el accidente de su hermano, repara en ellos. Y,
como «Los tres Artinelli», comienzan una triunfal carrera. En pleno éxito,
Bertha-María acaba cediendo ante el acoso de Artinelli, siendo Stephan el
último en enterarse.
Cuando lo hace, cegado por los celos, planea dejar caer a Artinelli del
trapecio, desistiendo en el último momento. En vez de eso, le da muerte durante
un duelo a cuchillo y luego se entrega a la policía. Una vez finalizado el
relato, el director, conmovido, le abre las puertas de la prisión. A su juicio,
Stephan merece una nueva oportunidad.
Previamente a la versión de Ewald Andreas Dupont –antiguo crítico
cinematográfico, hoy convertido en original realizador, y autor, entre otros,
del brillante film La antigua ley (Das Alte Gesetz, 1923)-, la novela de
Félix Holländer Der Eid des Stephan Huller ya había sido llevada a la
pantalla por Viggo Larsen en 1912 y por Reinhard Brucken (1921).
En esta ocasión, el hecho banal que la historia propone no constituye
sino la excusa que permite a Dupont desarrollar todo su virtuosismo técnico y narrativo.
No importa tanto lo que dice sino la forma en que lo hace. En Varieté, su
realizador utiliza con gran brillantez todo tipo de planos y sitúa la cámara en
lugares inverosímiles donde antes nunca había estado. En ese sentido, las
escenas finales en el trapecio resultan especialmente impactantes.
A través de la profundización de recursos tales como las elipsis y la
fuerza que adquieren las insinuaciones, la película establece nuevas cotas en
el desarrollo del lenguaje cinematográfico, lo que se va a dar en llamar expresión subjetiva de la imagen,
y que incluye secuencias portentosas.
Así, destaca aquella en la que Bherta-María se entera de la muerte de su
amante al ver la sangre correr por el lavabo cuando Boss se limpia las manos.
O esa otra en la que Bherta-María y Artinelli, después de entrar
cariñosos en la habitación, bajan la persiana, y al levantarla de nuevo,
sabemos que la relación amorosa ha sido consumada.
La película obtiene un triunfo apoteósico, tanto en Alemania como en el
resto del mundo. En EEUU, retitulada Vaudeville, su éxito llega a
superar el que años atrás obtuviera el film de Lubitsch Madame Dubarry. No
menos importante será influjo que Varieté, en su descubrimiento de
nuevos medios de expresión, ejercerá en la cinematografía europea en el futuro.
de nuevos medios de expresión, ejercerá en la cinematografía europea en el
futuro.
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