La
sangre de un poeta
Intérpretes:
Enrique Rivero (el poeta), Lee Miller (la estatua),
Tocado
de genialidad, Jean Cocteau no podía postergar su encuentro con el cine, ese
«soñar despierto». Su primera película, en el amanecer del sonoro, quedará como
un modelo para los amantes de fantasmas cinematográficos.
Es
difícil resumir la trama de una película que su autor quiso que fuera «tan
libre como un dibujo animado». Se pueden distinguir tres
partes: 1) Un estudio de artista: Ante la exhortación de una estatua
bruscamente dotada de vida, un escultor se sumerge en el espejo de su cuarto y hace un extraño viaje a una dimensión
desconocida... 2) CiudadMonthiers: Unos niños juegan en la
nieve. Una bola asesina golpeará en pleno pecho a un muchacho: su agonía alegrará una velada de
espectadores aburridos. 3)Cuadro vivo: La mujer estatua, una
lira, una cabeza de toro, un mapamundi... Es
el «envío» a Eleusis y a sus misterios,
ritual que siempre ha fascinado al poeta.
La
travesía experimental del espejo
Película
decididamente vanguardista, La sangre de un poeta se benefició
de una subvención de la familia de Noailles (igual que La edad de
oro de Buñuel, y Les mystéres du chateau
de Dé, de Man Ray). Incluye diversas obsesiones que
volverán a encontrarse en otras obras novelescas o teatrales de Cocteau, por
ejemplo Los niños terribles (1929) o El joven y la
muerte (ballet, 1946). Es una ilustración un poco esquemática, pero
bienfilmada, de los temas más caros del
poeta: el narcisismo, la homosexualidad, la búsqueda a tientas de la identidad. Jean Cocteau
(1889-1963) mezcla a gusto lo real y el artificio, según una sutil
dosificación; llegado el caso interviene en persona en la «acción» y registra
los latidos de su corazón. El resultado puede llegar a ser irritante; no por
ellodejará de ser la dirección de una
búsqueda fructífera para el cine «experimental», que los norteamericanos en
particular no se privaron de explotar.
Veinte
años más tarde, Cocteau, que entre tanto se había expresado de manera más
clásica en el dominio de lo maravilloso filmado (La Bella y la
Bestia, 1946), desarrollará las bromas privadas de La
sangre de un poeta en una película más controlada, «entre perro y lobo», Orfeo, con Jean Marais y
Maria Casares. Clausurará este ciclo
de la «travesía del espejo» en El testamento de Orfeo (1960).
PELÍCULAS CLAVE DE LA HISTORIA DEL CINE
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