La Pasión de Juana de Arco - Carl Dreyer
Dreyer triunfó decididamente con su proyecto: «Mi intención al filmar Juana de Arco», escribió, «era, más allá de los
adornos de la leyenda, descubrir la tragedia humana, detrás de la aureola
gloriosa descubrir la muchacha que se llama Juana. Quería mostrar que los héroes de esta
historia también fueron humanos».
Muy admirada desde su estreno por un puñado de intelectuales (Jean
Cocteau, Paul
Morand...), desgraciadamente la película cayó bajo las tijeras de la censura, y
sobre todo de un accidente que destruyó el negativo original. Una versión
aquejada de un comentario musical
incongruente fue distribuida en 1952
a instancias de Lo Duca. En 1985 lograron restaurar la
obra en su esplendor original. Mientras tanto, Dreyer confirmó sus dotes de
visionario de la pantalla con algunas películas poco numerosas, pero de
idéntico fervor interior, sublimando, según su exégeta Maurice Drouzy, la herida de una
infancia desgraciada: La
bruja-vampiro (1931), Dies Irae (1943), La palabra (1954) y su canto de cisne, Gertrud (1964). Murió en 1968.
Carl Theodor Dreyer (1889-1968) - Nació el 3
de Febrero de 1889 en Copenhague y murió allí mismo el 20 de Marzo de 1968.
Huérfano desde muy pronto fue educado por padres adoptivos en estricta fe
luterana. En 1910, después de unos comienzos frustrados como pianista de café,
tenedor de libros de una corporación y empleado de una oficina de telégrafos,
se hizo periodista. En 1912 fue contratado por la productora Nordisk como
redactor de intertítulos de películas y luego como guionista. En los años
siguientes trabajó también como montador, hasta que en 1918 se le permitió
dirigir su primera película. El director danés más importante de todos los
tiempos rodó su primera película justamente cuando el florecimiento económico
del cine danés ya había concluído. De ahí que de catorce películas realizadas
entre 1918 y 1964 sólo seis son producciones danesas. Las otras son suecas,
alemanas, noruegas y francesas. Pero en las historias del cine de estos países
esas películas son cuerpos extraños y asimismo es difícil ponerlas en relación
con una determinada época. Ellas no reflejan sino la historia individual de su
autor, quien, como pocos, se negó a seguir toda clase de modas o de corrientes.
Un tema domina el mundo de Dreyer ante todo: el sufrimiento. Para él no es algo
negativo sino la participación del ser humano en la pasión de Cristo. Toda la
vida estuvo preparando una película sobre Jesús, que nunca logró realizar.
Puede decirse que lo cristiano define por esencia la obra de Dreyer. El influjo
de Kierkegaard fue siempre reconocible
en su obra. El Mal es una fuerza tan real como el Bien. Satanás esta presente
de modo visible en una de las primeras películas del director e invisible pero
activo en las grandes obras de madurez. El anciano haría todavía, en 1954 y en
1964, dos de sus obras máximas. Sin embargo su proyecto más acariciado, una
película sobre Jesús, no pudo llevarlo a cabo.
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