miércoles, 18 de julio de 2012

Carl Theodore Dreyer


La Pasión de Juana de Arco - Carl Dreyer

 

Dreyer triunfó decididamente con su proyecto: «Mi intención al  filmar Juana de Arco», escribió, «era, más allá de los adornos de la leyenda, descubrir la tragedia hu­mana, detrás de la aureola gloriosa descubrir la muchacha que se llama Juana. Quería mostrar que los héroes de esta historia también fueron humanos».
Muy admirada desde su estreno por un puñado de intelectuales (Jean Cocteau, Paul Morand...), desgraciadamente la película cayó bajo las tijeras de la censura, y sobre todo de un accidente que destruyó el negativo original. Una versión aquejada de un comentario musical incongruente fue distribuida en 1952 a instancias de Lo Duca. En 1985 lograron restaurar la obra en su esplendor original. Mientras tanto, Dreyer confirmó sus dotes de visionario de la pantalla con algunas películas poco numerosas, pero de idéntico fervor interior, sublimando, según su exégeta Maurice Drouzy, la herida de una infancia desgraciada: La bruja-vampiro (1931), Dies Irae (1943), La palabra (1954) y su canto de cisne, Gertrud (1964). Murió en 1968.

Carl Theodor Dreyer (1889-1968) - Nació el 3 de Febrero de 1889 en Copenhague y murió allí mismo el 20 de Marzo de 1968. Huérfano desde muy pronto fue educado por padres adoptivos en estricta fe luterana. En 1910, después de unos comienzos frustrados como pianista de café, tenedor de libros de una corporación y empleado de una oficina de telégrafos, se hizo periodista. En 1912 fue contratado por la productora Nordisk como redactor de intertítulos de películas y luego como guionista. En los años siguientes trabajó también como montador, hasta que en 1918 se le permitió dirigir su primera película. El director danés más importante de todos los tiempos rodó su primera película justamente cuando el florecimiento económico del cine danés ya había concluído. De ahí que de catorce películas realizadas entre 1918 y 1964 sólo seis son producciones danesas. Las otras son suecas, alemanas, noruegas y francesas. Pero en las historias del cine de estos países esas películas son cuerpos extraños y asimismo es difícil ponerlas en relación con una determinada época. Ellas no reflejan sino la historia individual de su autor, quien, como pocos, se negó a seguir toda clase de modas o de corrientes. Un tema domina el mundo de Dreyer ante todo: el sufrimiento. Para él no es algo negativo sino la participación del ser humano en la pasión de Cristo. Toda la vida estuvo preparando una película sobre Jesús, que nunca logró realizar. Puede decirse que lo cristiano define por esencia la obra de Dreyer. El influjo de Kierkegaard fue siempre reconocible en su obra. El Mal es una fuerza tan real como el Bien. Satanás esta presente de modo visible en una de las primeras películas del director e invisible pero activo en las grandes obras de madurez. El anciano haría todavía, en 1954 y en 1964, dos de sus obras máximas. Sin embargo su proyecto más acariciado, una película sobre Jesús, no pudo llevarlo a cabo.





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