Alba y ocaso del cine danés
El cine danés tuvo un parto regio. Elfelt, fotógrafo de la Cor te, construyó en 1898 una
cámara tomavistas para retratar un bello grupo familiar compuesto por sus
soberanos, junto a sus parientes el zar de Rusia, el rey de Grecia y la reina
de Inglaterra. Jamás se había reunido en un fotograma tan abundante y variada
sangre real y, según parece, Sus Altezas quedaron encantadas con aquella
experiencia.
Pero aunque el cine danés surgió en un palacio, conoció como los otros
cines su desarrollo y crecimiento en las barracas de feria y en las manos más
plebeyas del reino. Su pionero fue un tal Ole Olsen, individuo de lo más
curioso, que había sido antes acróbata, empresario de circo y director del
casino de Malmoe. Después de dedicarse por algún tiempo a la exhibición de
películas, en 1906 fundó la productora Nordisk Film Kompagni, con un oso
polar sobre un globo terráqueo como emblema, que ha subsistido hasta nuestros
días. Hombre avezado en las lides circenses, Olsen ideó un debut altamente
espectacular para su firma. Compró un león reumático al Zoo de Copenhague y en
una playa decorada con palmeras artificiales rodó la caza de la bestia, que al
final fue despedazada. En un fiordo nórdico transformado en paisaje tropical
nació pues el cine danés, armando regular escándalo, pues el ministro de
Justicia trató de prohibir la película, juzgando que sus imágenes eran
excesivamente crueles.
La breve pero brillante carrera del cine danés transcurriría ligada en
adelante al escándalo, pues iban a ser los escándalos los que le abrirían de
par en par las fronteras de otras naciones. El primero de ellos fue Trata de
blancas (Den hvide Slavehan-dels sidste Offer, 1910), drama
erótico-realista en tres bobinas sobre la innoble corrupción de castas
doncellas, que dio mucho que hablar e hizo correr no poca tinta. Este título,
como Pecados de la juventud (1910) y otros muchos, llamaban a las
puertas de la curiosidad sexual de las masas con el que será uno de los
principales caballos de batalla de todo el
cine futuro. Ni que decir tiene que el posible erotismo de
estas películas estaba sabiamente compensado por un final altamente
moralizador, como suele ocurrir todavía en las cintas actuales de intención
erótica.
No fue pequeña la contribución danesa al capítulo del erotismo
cinematográfico. El beso realista fue también
un invento —cinematográfico, se entiende— del cine danés. El castísimo ósculo
de May Irwin y John C. Rice en la cinta de Edison había armado mucho revuelo;
pero ahora aparecerá reducido a sus reales y modestas dimensiones ante las
atrevidas muestras osculatorias danesas. Un cronista cinematográfico alemán de
la época señalaba así esta evolución: «Los
personajes no se contentan ya con besarse rápidamente como antes. Los labios
se. unen largamente, voluptuosamente, y la mujer, en pleno éxtasis, echa la
cabeza hacia atrás.» El prestigio de escabrosidad del cine danés fue tan
grande, que se dice que los públicos europeos se agolpaban ante las taquillas
de los cines para poder contemplar los atrevidos «besos daneses», que no debían ser muy distintos de los que los
propios espectadores practicaban en su intimidad. De todos modos pasarán
todavía algunos años antes de que algunas estrellas americanas, y luego
europeas, pongan en circulación por las pantallas el beso-ventosa, con la boca
abierta, para que los adolescentes de todo el mundo tengan escuela en que aprender
el ritual del amor.
El beso no era, a decir verdad, más que un elemento instrumental de un
mundo frívolo que el cine danés creó con profusión de melodramas, en los que se
barajaban millonarios, bailarinas, hijos naturales, aristócratas, payasos
tristes, adúlteras, oficiales del rey y gitanas, envueltos en complicados
problemas sentimentales y familiares y reproducidos siempre y monótonamente en
plano general, como en cualquier film d'art francés.
Este mundo postizo y fabuloso creado por el cine danés en sus años de apogeo
recuerda, por muchas razones, el universo sofisticado que crearán
luego las cintas de Hollywood. Claro es que existen diferencias, como la del final feliz,
que el cine danés repudiaba, porque el triste fin de los amores
imposibles entre un príncipe de sangre azul y una humilde trapecista puede ser
tanto o más rentable que el rosado happy end con boda y
sonrisas. En estos dramas mundanos y pasionales del cine danés se ha querido
ver un involuntario testimonio de la descomposición del viejo mundo de la
aristocracia, cuyos desperdicios ha recogido ya, como tema literario, la
novelística continental. También de la literatura decadente romántica procede
una figura mítica que tomará cuerpo por vez primera en el cine danés: la mujer fatal o vamp.
Hablar de la mujer fatal danesa es hablar de la singularísima Asta
Nielsen, actriz teatral que no tardó en consagrarse en el cine con Hacia el abismo (1911),
dirigida por el escritor Urban Gad, que será más tarde marido de la estrella.
En esta cinta la Nielsen
interpreta el papel de una honesta muchacha que es seducida por un artista de
variedades. Estamos todavía sobre la senda trazada por Trata de blancas, pero
asistimos en cambio a la revelación de la gran trágica de ojos negros, de la
que dirá Apollinaire: «Es la visión de
un bebedor y el sueño de un hombre solitario.» Asta Nielsen merecerá los
sobrenombres de «Sarah Bernhardt escandinava» y «Duse del Norte» y su rostro
expresivo encarnará personajes trágicos con una intensidad sobrecogedora.
Urban Gad continuó dirigiendo a la Nielsen en Sangre gitana (1911), El crítico instante (1911), que la censura sueca prohibió
y Sueño negro (1911), en
donde actuó por vez primera junto a Valdemar Psilander, a punto de convertirse
en máximo ídolo masculino del público danés.
País con una sólida y brillante tradición teatral, con buenos
escenógrafos, actores y directores, Dinamarca se convirtió rápidamente en una
primera potencia cinematográfica, que encontró su mercado natural en los países
centroeuropeos. El público internacional aplaudía las cintas de Urban Gad y
Asta Nielsen, que en 1914 abandonaron la Nordisk por la Kinograf y siguieron haciendo películas juntos
—entre ellas Sangre andaluza, que indignó
a la crítica española— mientras Ole Ólsen trataba de sustituir en su productora
a la insustituible intérprete con otra mujer fatal, Betty
Nansen, dirigida en sus primeras películas por August Blom. Al final de la
primera guerra mundial, con el cine danés en plena crisis y la paz recobrada,
Asta Nielsen irá a Alemania para proseguir allí su carrera de actriz.
Entretanto en las pantallas de Italia ha comenzado a aparecer la variante
latina de la mujer fatal, aunque será en Hollywood donde, definitivamente
sofisticada, la vampiresa tomará carta de naturaleza para irradiar su pérfido
atractivo por todas las pantallas del mundo.
Pero no todo fue folletín, melodrama, frivolidad y mujeres fatales en el
primitivo cine danés. Hubo quien investigó soluciones plásticas nuevas, como
el director Stellan Rye, que trabajó en Alemania y preludió el nacimiento de la
gran escuela expresionista germana. Uno de los aspectos técnicos más notables
del primitivo cine danés es, precisamente, su refinamiento plástico y su sabio
empleo de la luz artificial. Estas características se encuentran en
las obras de los dos creadores máximos del cine danés: Benjamín Christensen y Carl
Theodor Dreyer.
Actor, cantante y director, Christensen debutó realizando e
interpretando una obra que alcanzó gran éxito popular: El secreto de la
X misteriosa (1913). Era la
historia de un oficial que iba a ser injustamente fusilado como supuesto espía,
y que callaba porque una carta que probaría su inocencia deshonraría en cambio
a su esposa. Al final las cosas se arreglaban y el público salía muy
satisfecho.
Esta obra, por sí sola, no habría dado a Christensen la fama que
consiguió merced a una película absolutamente insólita, Heksen, rodada en
Suecia entre 1918 y 1921 y en la que él mismo interpreta el papel de diablo.
Para realizar este inquietante retablo de la brujería a través de los tiempos,
Christensen estudió detenidamente los archivos judiciales de los siglos XVI y XVII.
Con este material documental de primera mano ilustró una alucinante exposición
visual sobre la brujería y la superstición a través de la historia, con
imágenes de pesadilla de tal audacia que no se detiene ante las escenas más
crueles o más repulsivas: aquelarres, brujas que besan el trasero de Satán, fláccidos
senos de ancianas atenazados por los inquisidores, filtros preparados con
corazones de pichón y excrementos de gato, jóvenes brujas que copulan con
demonios... Heksen es, en
cierto modo, un film fuera de serie, marginal en relación con el grueso de la
producción del momento. Y además de ser un documento gráfico único y pavoroso
sobre las prácticas de brujería y su bárbara represión —inspirado plásticamente
en Brueghel y el Bosco— es un alegato contra la injusticia, la crueldad y la
intolerancia de los hombres. En una escena asistimos a un penoso recorrido por
un asilo moderno de ancianas, jorobadas, ciegas, neurópatas... Christensen nos
advierte: «En la Edad Media se habría
considerado a estas desgraciadas, posesas por el demonio.» En esta
advertencia escalofriante se resume el espíritu de esta película que es algo más que un documento arqueológico
sobre la superstición: es un toque de atención a la conciencia del hombre,
desarrollado a través de imágenes absolutamente inéditas y de un raro refinamiento
y audacia técnica en el uso de la
luz, el encuadre, los maquillajes y los decorados, resultando un conjunto
visual impresionante y convincente, a pesar de su desbordante fantasía. Lástima
que el talento de Christensen se malgaste más tarde, en Hollywood, aniquilado
en la rutina de las Mistery Comedies que se verá
obligado a realizar.
Esta tentación de lo irracional, del romanticismo negro y de las brumas
de lo desconocido, característica de la tradición cultural
nórdica, aparece también en Carl Th. Dreyer, educado en el más rígido
luteranismo por sus padres adoptivos y que desarrollará en sus películas una
problemática de inspiración religiosa. Sus debuts como redactor de rótulos y
guionista en la Nordisk
carecen de interés. Tampoco sus primeras películas revelan lo que
llegará a ser su obra futura. En 1919 dirige Praesidenten, al que sigue
Blade of Satans Bog (1920),
retablo de cuatro episodios históricos, inspirado en Intolerancia de Griffith,
que muestra las diabólicas artes desplegadas por Satanás (bajo la apariencia de
fariseo, Gran Inquisidor, jacobino y monje ruso, respectivamente) para sembrar
el mal en el mundo. Aunque aquí aparece por vez primera el que será uno de los
problemas medulares de toda la obra de Dreyer—la presencia del Mal en un mundo
creado por la bondad de Dios—, esta ingenua historia mefistofélica no tiene la
frescura de su siguiente Prastankan (1920), que
Dreyer realiza en Noruega por cuenta de una productora sueca, satirizando la
antigua costumbre escandinava según la cual la viuda de un pastor protestante
fallecido debía contraer matrimonio con el pastor que le sucediera. Como se
ve, en el balance de los primeros años de la obra de Dreyer no puede señalarse
mucho, aparte de su excepcional sentido
figurativo y la óptima calidad de la
fotografía, que en su composición y
calidades luminosas revela la inspiración de grandes modelos pictóricos. Cuando
el cine danés naufrague durante la primera guerra mundial, para no volver a
recuperarse jamás, quedará Dreyer como
figura solitaria realizando, en su patria o fuera de ella, unas películas
extraordinariamente personales que son, a la vez, reflejo de las inquietudes
místicas que laten soterradas en el complejo acervo cultural nórdico.
Cineasta danés, es un nombre propio en el cine y uno de sus más grandes creadores, innovó en los usos del primer plano en Juana de Arco, una de sus obras maestras junto a Dias de Ira, La palabra, Gertrud, Vampyr. Sus películas ofrecieron imágenes inolvidables y es maestro en el desarrollo de emociones, del drama existencial, el realismo psicológico, la expresividad de su cine lo convierte en un gran artista.
Peliculas en Filmoteca:
El Presidente (Paesidenten, 1918)
Páginas del libro de Satán (Blade af Satans bog, 1919)
La viuda del pastor (Prästänkan, 1920)
Los marcados (Die Gezeichneten, 1921)
Érase una vez (Der var engang, 1922)
Deseo del corazón - Michael (Mikaël, 1924)
El amo de la casa (Du skal ære din Hustru, 1925)
La novia de Glomdal (Glomdalsbruden, 1925)
La Pasión de Juana de Arco (La passion de Jeanne d´Arc, 1927)
La bruja vampiro - La extraña aventura de Allan Gray (Vampyr - Der Traum des Allan Grey, 1932)
Días de Ira (Dies Irae - Vredens Dag, 1943)
Dos personas (Två Människor, 1944)
La palabra (Ordet, 1955)
Gertrud (Gertrud, 1964)
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