Zukor y Griffith: Dos
pilares
Y en tomo al revolucionario ruso,
que debió de contemplar aquel mundo desquiciado con cierta escéptica perplejidad,
los sabotajes y asaltos a productoras, como el organizado por la Universal contra la sociedad rival
N.Y.M.P., o el ataque en toda regla, con hombres armados y hasta un viejo cañón
de la guerra civil ,
contra los estudios de Kessel y Bauman...
Entre las nubes de pólvora que
entintaban el azul cielo de California apareció un hombre que contribuyó, en
gran medida, a imponer una disciplina industrial a las jóvenes empresas de Hollywood.
Adolph Zukor era ya, a sus treinta y
nueve años, un viejo zorro y el más astuto de los Independientes. A esa edad,
en 1912, fue cuando compró los derechos del film d'art francés Elizabeth, reina
de Inglaterra (La reine Elizabeth), interpretado por Sarah Bernhardt en
Inglaterra y que acababa de obtener un éxito sin precedentes en los países
europeos. Era, además, la pri mera
película de cuatro rollos que se presentaba en los Estados Unidos. Zukor
organizó una función solemne para su estreno, con los asistentes cuidadosamente
seleccionados por invitación rigurosa.
Zukor aprendió la lección del film d'art
europeo y, asociado con Frohman, fundó aquel mismo año la empresa «Actores famosos en obras famosas» y
eligió para trabajar con él a los nombres más seguros del cine norteamericano:
al director Edwin S. Porter; que había
abandonado a Edison, y a la
actriz Mary Pickford, contratada por mil dólares a
la semana. Para
completar su organización, Zukor se asoció con varios empresarios creando la Paramount Corporation , que agrupaba a todas las
grandes firmas independientes, con unas cinco mil salas, las mejores del país.
Con la Paramount
(que en inglés quiere decir Superior y cuyo slogan era selected pictures for selected audiences) se cerraba la era de los Nickel-Odeons y
se inauguraba la de las
grandes salas y grandes circuitos.
Gracias a la Paramount Zukor
pudo abordar la
realización de un viejo proyecto: el lanzamiento de un gran
film (de una hora o más) por semana. Sobre los pilares del programa semanal,
la exclusiva y la contratación en bloque fundó Zukor su imperio”'La
contratación en bloque —block-booking, en jerga cinematográfica— era un
compromiso del exhibidor de alquilar toda la producción de la firma , en bloque y a ciegas
(blind-booking), basándose en el prestigio de las estrellas que Zukor tenía
contratadas en exclusiva. Zukor dividió su producción, además, en tres grupos:
A, B y C, según fuera la
categoría de los intérpretes y el presupuesto de la cinta. Esta
clasificación es ya un reconocimiento implícito del imperio del star-system y
una prueba evidente de la
alta capacidad organizadora de Zukor, que acabará por imponer
sus métodos a todos los Independientes, cerrando el ciclo caótico en que las
rivalidades comerciales se dirimían a punta de revólver.
Si Zukor es el padre indiscutible de
la moderna industria
del cine americano, con unas fórmulas comerciales que todavía perduran, su
padre artístico, que es casi tanto como decir del cine a secas, fue un mediocre
actor teatral y escritor de ascendencia irlandesa, autodidacta, nacido en La Grange (Kentucky), hijo de
un coronel sudista arruinado por la guerra civil. Se llamaba David Wark Griffith (1875-1948).
El primer contacto de Griffith con
el cine se produjo en calidad de guionista cuando, en 1907, ofreció sin éxito a
Porter un guión basado en el drama Tosca, de Sardou. Pero la entrevista con
Porter no fue inútil, pues éste, que no tuvo confianza en el talento creador de
Griffith, le juzgó en cambio buen intérprete y le contrató por veinte dólares
para un papel en su película El nido del
águila (Rescued from an eagle's nest, 1907). Con su seudónimo teatral de
Lawrence Griffith debutó en el nuevo arte, disfrazado de montañero que lucha
ferozmente y vence con gran esfuerzo a un águila (de trapo y serrín) que había
raptado a un bebé.
Griffith estaba empecinado en vender
su adaptación de Tosca y fue a ofrecerla a la Biograph. Allí
tampoco la quisieron ,
pero volvieron a contratarle como actor y pidieron que trajera asuntos
originales, no adaptaciones. No deja de ser curioso que Griffith, autor de más
de cuatrocientas películas y respetado patriarca del cine americano, no haya
conseguido jamás llevar su Tosca a la pantalla.
En 1908 debutó Griffith como
realizador en la Biograph ,
cubriendo la vacante de Mac Cutcheon, con un salario de cincuenta dólares
semanales y un ritmo de producción de una o dos películas de 100 a 300 metros por semana.
Los temas abordados por Griffith son de una variedad asombrosa. Stajanovista
del celuloide, le da lo mismo recurrir a Tennyson, Maupassant, Edgar Poe,
Tolstoi, que a los temas del Far-West, novelas populares, asuntos históricos o
narraciones policíacas. Su experiencia como actor le llevó a cuidar
especialmente la interpretación, de sus películas y «descubrió» a numerosas
estrellas de primera magnitud del cine mudo americano. La más importante fue la
canadiense Gladys Mary Smith,
inmortalizada con el nombre artístico de Mary
Pickford, que a los cinco años había debutado en el teatro para ayudar a su
madre viuda, en precaria situación económica. A los dieciséis fue contratada por
la Biograph
y debutó a las órdenes de Griffith en The
violin maker of Cremona (1909). Por su rostro aniñado, sus ojos azules y
sus tirabuzones rubios se la conocía, en sus primeras películas, como Little Mary y «rizos de oro». Su
ascensión artística fue espectacular —disputada encarnizadamente por los
productores— y no tardó en convertirse en «la
novia de América» y hasta en «la
novia del mundo». Su apariencia ingenua, que hizo cristalizar uno de los
primeros arquetipos cinematográficos, ocultaba a una astuta mujer de negocios.
Tan grande fue el prestigio de Mary Pickford como «ingenua» del cine, que
hasta la edad de 36 años no se atrevió a evolucionar hacia un personaje más
adulto, en Coqueta (1929) de Sam
Taylor. Pero a pesar del protector Oscar que le fue concedido, el público
repudió su nueva imagen y Mary Pickford se retiró del cine en 1933. También
descubrió Griffith a las hermanas Lillian
y Dorothy Gish, que acudieron a la Biograph recomendadas por Mary Pickford, a Mae Marsh y a un cómico canadiense
imitador de Max Linder, que se hacía llamar Mack Sennett, a quien no tardaremos en volver a encontrar.
Además de descubridor de talentos, muchos de ellos sin ninguna experiencia
dramática, Griffith comenzó a descubrir pronto un nuevo lenguaje cinematográfico que, hasta ahora, sólo había sido
tímidamente esbozado en las obras de algunos creadores. La inspiración y el
instinto cinematográfico de Griffith eran tan potentes que emergieron ya en su
primera cinta Las aventuras de Dorotea (1908),
rodada en cuatro días. Su asunto, en cambio, era banal y recordaba El nido del
águila: unos gitanos raptaban a una niña y la metían en un tonel, pero éste se
desprendía del carromato e iba a parar, rodando, a una cascada, de donde la
niña era rescatada por un pescador. Nada nuevo contiene, en efecto, este
argumento folletinesco, pero en su narración utiliza Griffith por vez primera
el flash-back o cut-back, esto es, una
escena que se inserta en la acción principal, mostrando en evocación o
recuerdo un acontecimiento pasado.
Este primer hallazgo es sólo un preludio de la ingente aportación
técnica con la que Griffith enriquecerá el lenguaje cinematográfico. En Balked at the altar (1908) comienza a utilizar el plano medio y en
su noveno film The fatal hour (1908) utiliza
por vez primera la acción paralela al servicio de un «salvamento en el último
minuto». Griffith llevará esta técnica a su apogeo al año siguiente en El teléfono (1909), perfeccionando así
decisivamente un recurso técnico apuntado por vez primera, como vimos, en
Attack on a chínese mission station y utilizado por Porter. Su argumento es
simple: para salvar a su mujer e hijas del acoso de unos bandidos, un hombre se
precipita hacia su casa en una carrera contra el tiempo, empleando todos los
medios a su alcance, desde el automóvil al coche de caballos. Griffith potencia
la tensión dramática (suspense) prolongando la situación y haciendo alternar
los planos de la familia acosada con los del marido corriendo, a intervalos
cada vez más cortos. Este montaje
demostró tal eficacia emotiva que fue adoptado por otros directores, que en
homenaje a su inventor lo denominaron Griffith
last minute rescue, o en nomenclatura técnica cross-cut y switch-back.
Con Griffith las acciones paralelas se incorporan de
forma categórica y madura al acervo de la narrativa cinematográfica, lo que
supuso el abandono definitivo de la incómoda y teatral linealidad del relato
cinematográfico primitivo. En Salvada por
telégrafo (1911) vuelve a recurrir a ellas, con su «salvamento en el último minuto», haciendo alternar, mediante un
montaje de aceleración creciente, a la telegrafista secuestrada y a su padre y
a su novio que, prevenidos por su mensaje, acuden a salvarla. En esta película
comienza, además, a elaborarse el estilo de Griffith, fundado en el desplazamiento de los puntos de vista de
la cámara dentro de una misma escena. El film está dividido en secuencias (y no en escenarios o cuadros),
y cada secuencia está dividida en planos
de diferente valor, especialmente planos americanos y primeros planos de objetos
{insertos).
Estos hallazgos técnicos pueden
parecer primarios y fáciles para un espectador cinematográfico
actual, pero la prueba de que esto no era así la suministra la oposición que
encontró Griffith entre los dirigentes de la Biograph cuando, en Después de
muchos años (1908) —adaptación
de Enoch Arden de Tennyson— quiso mostrar en montaje alternado a Enoch Arden en una
isla desierta y a continuación a Anna Lee, su esposa, esperando su regreso. A
los productores les pareció que este «salto» espacial era un puro disparate y
que el público no podría entenderlo. Griffith respondió diciendo que si Dickens
había utilizado este procedimiento narrativo, él también podía hacerlo,
porque la literatura y el cine tienen elementos narrativos comunes. Griffith
pudo haber añadido que las acciones paralelas en cine son una equivalencia
gráfica del «mientras tanto» literario. Pero Griffith no era un teórico, sino
un intuitivo. Ganó la batalla de Después de muchos años, en donde utilizaba
también por vez primera en su obra un primer
plano de la protagonista con intención dramática, y esta victoria
constituyó igualmente un progreso revolucionario para el arte del montaje.
Con Griffith asistimos a la gestación de una gramática cinematográfica
radicalmente nueva, que ya nada tiene que ver con el teatro. A diferencia de
Francia, en los Estados Unidos no pesa la herencia de una densa tradición
escénica y ello permite, precisamente, el libre nacimiento de un lenguaje
gráfico puro, sin reminiscencias extrañas. En La
conciencia vengadora (1914), inspirado en Edgar Poe, Griffith
recurre a primeros planos repetidos de un lápiz golpeando una mesa y de un pie
repicando en el suelo para traducir visualmente el sonido obsesivo de un
latido de corazón. Griffith comprendió
bien cuál es la potencia expresiva de las imágenes y los resultados que pueden
nacer de su libre combinación, que es el montaje. También supo aprovechar las
ventajas de la profundidad de foco. En The
Musketeers of Pig Alley (1912), drama de
bajos fondos, juega sobre la tercera
dimensión del espacio al hacer avanzar lentamente a un bandido hacia la
cámara, hasta obtener un primer plano de su rostro, mientras sus compinches
permanecen nítidos en último término.
Contó Griffith para sus películas con la valiosísima colaboración del
operador Billy Bitzer, pionero en el uso de la luz artificial,
que con recursos extraordinariamente rudimentarios obtuvo resultados óptimos.
Utilizó por vez primera la iluminación
dramática y de contrastes en Edgar Alian Poe (1909), el contraluz y la iluminación lateral en El remedio (A drunkard's reformaron, 1909), el desenfoque como efecto artístico en When Pippa
passes (1909) y combinó por vez primera la luz natural con la artificial en The politician's
love story (1909). En los estudios se denominaba al
estilo de Bitzer «iluminación a lo
Rembrandt», por su uso del claroscuro y del contraluz. Fue Bitzer también
quien primero emplazó un proyector tras una ventana, para simular el efecto de
la luz solar.
Establecer un catálogo con todos los hallazgos de Griffith se haría
interminable. En Ramona {Ramona, 1910) aparece el primer gran plano general de la historia
del cine, un paisaje de Ventura County, en California; en La batalla
(The battle, 1911), que no oculta su simpatía por la
causa sudista, demuestra ya su pericia en el manejo de grandes masas y escenas de combate. Su inquietud y
fecundidad le llevan a abordar todos los temas, sin amedrentarse ante el de La formación
de un hombre (Man's génesis, 1912), que se
anunció como «un estudio psicológico fundado en la teoría darwiniana de la
evolución del hombre» y en el que su preocupación realista se reflejó en las
hierbas secas con que hizo cubrir la desnudez de sus actores. El éxito de esta
ingenua cinta pseudocientífíca le llevó a rodar al año siguiente un drama de la Edad de Piedra: La vida del
hombre primitivo (Primitive man, or the wars of primal tribes). También
descolló Griffith en la comedia satírica, con cintas como El sombrero
de Nueva York (The New York hat, 1912), con guión de
Anita Loos, que revelaba un agudo sentido de la observación social, al estilo
de Mark Twain.
El talón de Aquiles de la obra de Griffith reside, no obstante, en su
ingenua visión del mundo que desemboca casi siempre en fórmulas toscamente
melodramáticas. Es el tributo que ha de pagar la juventud de un arte que
todavía se está forjando. Pero en el terreno de la técnica narrativa, de la
invención visual, Griffith está introduciendo una auténtica revolución
expresiva, con los desplazamientos del punto de vista de la cámara en el
interior de una misma escena, para guiar el ojo y la atención del espectador,
con el uso dramático del primer plano, las acciones paralelas y, en suma, los
saltos en el espacio y en el tiempo a través del montaje: Griffith es, como Cézanne, el primitivo de un arte nuevo.
Gracias, excelente con ejemplos tan interesantes que aviva el deseo de conocer mas e ilustra muy naturalmente.
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