Le
vayase dans la Lune
Intérpretes:
Georges Méliés (Barbenfouillis), Víctor André, Depierre, Farjaux, Kelm, bailarines
y acróbatas del Folies-Bergére
«Jules
Marey y los hermanos Lumiére lograron ofrecer gradualmente el movimiento.
Méliés, el primero, liberó a las hadas.» Paul Gilson.
El club de los astrónomos, presidido por el profesor
Barbenfouillis, decide organizar una expedición interplanetaria. Se construye un cañón
gigante que permitirá enviar una
bala-cápsula hacia la Luna. En la punta ocupan su lugar los integrantes de un equipo de intrépidos viajeros. Dan de lleno en el
ojo del astro nocturno y descubren montes y maravillas: estrellas, hongos de
crecimiento acelerado, selenitas con cabeza de
camarón... Como finalmente el entorno se revela poco hospitalario, todos vuelven a la Tierra, donde son recibidos como triunfadores.
Los primeros efectos especiales
Sin ninguna duda se trata de la obra más célebre de
Georges Méliés (1861-1938), un modelo del
género «feérico» y el primer film de ciencia-ficción con fecha cierta. Cuando Méliés lo dirigió en su estudio de Montreuil-sous-Bois,
se encontraba en el apogeo de su
carrera. Contemporáneo de los hermanos Lumiére, y uno de sus primeros y
entusiastas espectadores, este hombre de múltiples talentos, heredero de Robert Houdin, a quien le salvó el teatro, experto en
ilusionismo, pirotecnia y magia de todos los géneros, pronto entrevió las
posibilidades fantásticas (en todo el sentido del término) del
nuevo invento. Ignorando las vistas documentales, opta por el gag burlesco, el relato fantasmagórico, la alucinación
controlada. Su tema favorito, que desarrollará con
pasión, es el del viaje imaginario: sobre la tierra, los mares, el aire y, para terminar, «a través de lo imposible». Rellena estos
viajes con todos los trucos posibles, algunos
de ellos ya conocidos de la escena, otros concebidos especialmente para la pantalla: sobreimpresiones, fundidos, fijación de
la imagen, etc. Su genio reside en una
mezcla rigurosa de precisión mecánica y de fabulación, de ingenio y de
funambulismo. Si Lumiére es el Gutenberg del cine, Méliés es el Fausto o el
Cagliostro. Lamentablemente, se han perdido dos tercios de su obra. Creador
incomparable del espectáculo cinematográfico,
conoció ardientes reveses. Vencido por los magnates de
la industria del cine, uno podía encontrárselo en 1925 vendiendo juguetes en la estación de Montparnasse...
El viaje a la luna está inspirado tanto en Julio Verne
como en H.G. Wells, y quizá también en una
opereta de Offenbach que lleva el mismo título.
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