LA LLEGADA
DEL TREN – 1895
LOUIS LUMIÈRE
Otros
títulos: Entrada de tren en estación o Llegada de un tren a la estación
Prod. y
dir.: Louis Lumiére
Duración:
50 segundos
Interpr.: Familia Lumiére y
anónimos
Unas vías de ferrocarril
en perspectiva diagonal. Sobre el andén, los viajeros endomingados que esperan. Un mozo se
adelanta hacia la cámara. Desde el fondo del campo surge una locomotora y se
detiene a la izquierda de la pantalla. La gente desciende de un compartimiento, entre
ellos una dama con esclavina; otros se preparan para subir, como por ejemplo un
hombre con su hatillo. No veremos partir al tren.
La puesta
en marcha de un nuevo arte
El «estreno» del cine tuvo
lugar, como se sabe, el 28 de diciembre de 1895 en el sótano de un café en el
bulevar des Capucines, en París. Este comprendía diez «vistas animadas» de menos de un
minutos cada una, que representaban entre otras cosas la salida de los obreros de una
fábrica, un chapuzón en el mar, el almuerzo de un bebé o la farsa de un niño travieso
en un parque. A esta velada —pública y de pago, a un franco la entrada— le
había precedido una preview con ocasión de un congreso de
fotografía el 10 de junio del mismo año, en Lyon, patria de los inventores. No
era la primera vez que se veían imágenes en movimiento proyectadas sobre la
pantalla; sin embargo, nunca hasta entonces la noción de film, completo, estructurado,
contando quizá una
historia (aquélla del regador regado, por ejemplo) se había impuesto con tan
fulgurante evidencia.
La primera gran emoción ante la
pantalla fue sin lugar a dudas la que provocó La llegada del tren, proyectada
en enero de 1896. La vista había sido tomada en la estación de Ciotat, sobre un trayecto
del P.L.M. El operador había colocado su cámara de manera que pudiera englobar la
totalidad de la «acción». El efecto sobre el público fue apabullante, pues los
espectadores se escondieron bajo las butacas, convencidos de que la locomotora
se disponía a aplastarlos. Por la magia del movimiento, este documento banal adquiría una
dimensión fantasmagórica. Conjuga, como lo señala el historiador Vincent Pinel,
el realismo de la profundidad de campo, la potencia dramática del «plano
secuencia» y los azares del «directo».
Las otras «vistas» realizadas
por Louis Lumiére (1864-1948), acaso ayudado por su hermano mayor Auguste y que
engloban unas cuarenta en total, entre marzo de 1895 y comienzos de 1896, son
escenas ágiles enmarcadas en el mismo género. Explotan con desparpajo todas
las posibilidades del cine, incluyendo el efecto burlesco (La charcuterie
mécanique), los trucos (el muro demolido que se reforma) y el anuncio publicitario (Salida de los
obreros de las fábricas).
Los hermanos Lumiére asociaron
la sensibilidad poética de Reynaud, el rigor científico de Marey y la habilidad comercial
de Edison. El cine existía in vitro antes que ellos. Sólo
faltaba hacerlo funcionar in vivo. Tal fue particularmente el papel de
Louis, el primero en realizar filmes en los que estalla el auténtico
temperamento del cineasta. A la vez sabio, artista e industrial, supo conjugar
el equipo técnico y los medios financieros apropiados, simplificando los
hallazgos de sus predecesores en vistas a una explotación cómoda, poniendo manos a la obra sobre
«trabajos prácticos» llenos de frescura y de un impacto espectacular, pasando finalmente de la
utopía a la realidad.
películas clave de la historia del cine
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