jueves, 19 de julio de 2012

Intolerancia - Griffith


David Griffith - Intolerancia

Intolerancia
David Wark Griffith
1916 – Intolerance

Intérpretes.: Lillian Gish (la mujer junto a la cuna), Talmadge (la muchacha de la montaña), Elmer Clifton (el rapsoda), George Siegman (Ciro).

«Una película para la posteridad, para la verdad, para la belleza.» Tal fue la intención de Griffith al componer el cuarteto monumental de Intolerancia, catedral resplande­ciente del arte mudo.

El guión se desarrolla en cuatro partes, introducidas por la imagen recurrente de una nodriza meciendo a un recién nacido:

*    América en 1914. A fin de tener buena conciencia subvencionando obras de caridad, un rico harinero provoca problemas sociales al despedir a una parte de su personal. Un huelguista, injustamente acusado de un crimen, es condenado a la horca. Su prometida intenta salvarlo...

*    Judea en época de Jesús. Con ocasión de una boda en Cana, se produce un mila­gro. Es la obra de un nazareno, amado por el pueblo pero perseguido por el poder de turno. Es condenado a morir crucificado.

*    Francia en tiempos de Carlos IX. Un católico está enamorado de la hija de unos protestantes. Catalina de Médicis decide que se extermine a estos últimos, pues no tolera la disidencia religiosa. El 24 de agosto de 1572, día de San Bartolomé, tiene lugar una terrible masacre...

*    Caldea en tiempos de Baltasar. Babilonia es la capital de un lujo desenfrenado; en sus palacios se ofrecen grandiosos festines. Pero Ciro asedia la ciudad; una chica de la montaña es herida de muerte...


Los enamorados de la noche de San Bartolomé serán víctimas de la intolerancia religiosa, al igual que los caldeos de la guerra que tiñe de sangre su país, y el nazare­no lo será de la conjura de los fariseos y los clérigos. Sólo el huelguista americano se salvará del cadalso, gracias a la intervención de su amada.

El nacimiento de una nación provocó agitación en Estados Unidos. Su éxito descansaba en un malentendido: D.W. Griffith (1875-1948), como patriota a la par que gran cineasta, quiso darle a Estados Unidos su Canción de Roldan; le reprocharon el haber despertado los viejos demonios del racismo. Con el objeto de hacer callar a sus de­tractores, se embarcó en una película de aún mayor envergadura, pero en la que el carácter humanitario sería inequívoco. Se inspiró en un episodio real de la crónica judicial contemporánea: el proceso a un huelguista acusado por error de la muerte de su empleador. El film se tituló entonces The Mother and the Law (La madre y la ley). Pretende fustigar la intolerancia bajo todas sus formas, la intolerancia que ha «martirizado a Juana de Arco... destruido la primera prensa... inventado a las brujas de Salem...», etc.
En un impulso de fiebre creativa, el cineasta decidió alargar esta sencilla crónica a las dimensiones de un vasto fresco social, incluyendo famosos ejemplos de intoleran­cia a través de los siglos. Alrededor de un nudo moderno y «realista» se irán incor­porando, como tantas otras metáforas amplias, los espectros de las guerras religiosas (el genocidio hugonote en el siglo XVI), la caída de Babilonia y aquello que se destaca siempre como la injusticia suprema: la crucifixión de Jesús. Tres plagas en el flanco de la historia de las sociedades, que conviene conjurar para siempre, sobre todo en el contexto de una nación moderna en la que tienen tendencia a reaparecer. De un caso banal de error judicial, pasa al «drama solar de todas las épocas de la humanidad».
Se procuraron inmensos decorados (entre ellos uno de cien metros de altura para el episodio babilónico), se contrató a millares de figurantes; el presupuesto total alcanzó los dos millones de dólares, engullendo las ganancias de El nacimiento de una nación y llevando a la firma productora, la Triangle, de la cual Griffith era socio mayoritario, al borde de la ruina. Las audacias del director no se limitaron a este lujo decorativo, que de allí en adelante se convertirá en un sello de la fábrica de Hollywood. Desarrollando el principio del montaje paralelo elaborado en El nacimiento de una nación, concibió su film como una suerte de sinfonía en cuatro movimientos, entrecruzando los episodios, saltando de una época y de un lugar a otro, multiplicando los choques de frente y las relaciones simbólicas: a la masacre de los protestantes responde la represión de los huelguistas de 1914; a las ruedas del carro de Ciro, las de un automóvil...
De todo ello resulta una granizada de imágenes de ritmo jadeante, que culmina en un admirable crescendo final, en el que lo familiar se mezcla con lo grandioso, lo cotidiano con lo sublime. Ciertas personas no quisieron ver allí más que un «barullo inexplicable» (Delluc) y «lirismo enfático» (Sadoul), en tanto que se lo acerca a las «tenebrosas escapadas susurrantes» de un Walt Whitman, de quien el leitmotiv de la cuna meciéndose sin fin es un préstamo explícito.
Estrenada en septiembre de 1916, en vísperas de la entrada en la guerra de Estados Unidos, Intolerancia tuvo un éxito mediocre. Como señala Jean Mitry, «no era el mejor momento para predicar la fraternidad universal, y la obra fue retirada de circulación».

No dejó por ello de ejercer una enorme influencia en el extranjero, por ejemplo en artistas como Carl Dreyer, Abel Gance o Serguei Eisenstein.

PELÍCULAS CLAVE DE LA HISTORIA DEL CINE







No todo cambia a través de los siglos

     La película Intolerancia, realizada por el pionero David Wark Griffith en 1916, es una monumental obra del cine, y probablemente sea el film más importante de la era silente. Griffith, considerado el padre de la puesta en escena del cine, sentó las bases para ello en esta super producción.Intolerancia, como su nombre indica, versa sobre esta constante característica de la naturaleza humana. En cuatro historias: la caida de Babilonia, la pasión de Cristo, la masacre de San Bartolomé y una historia ambientada en la época en que se realizó la obra, nos muestra que siempre ha existido la intolerancia y ha dado funestos frutos para todos. En la historia contemporánea, sin embargo, el personaje injustamente acusado de un homicidio logra salvarse de la horca gracias a que la verdadera culpable confesó el crimen. “La verdad os hará libres”. Griffith, de esta forma, plantea que hay una posibilidad de que el Hombre execre la intolerancia de entre sus emociones. Típico final feliz de Griffith, y del cine posterior a él. Para apreciar bien esta obra, el espectador debe intentar ubicarse en el contexto en el que fue hecha (hace ya un siglo): los victorianos años de inicio del siglo XX; también años de inicio del cinema, y estreno de una nueva forma de narrar el argumento cinematográfico, con la que el público –y también la crítica- no estaban familiarizados.

     Las cuatro historias corren paralelas, y presentan un desarrollo narrativo lineal, aunque se intercalan escenas de una historia a otra a lo largo de las 3 horas de duración, cada vez con mayor rapidez y con menor duración las escenas de cada una, hasta llegar al climax final de la película, cuando todas convergen y un mensaje de corte moralista sella el final. Es de hacer notar varias características de esta película que son de uso común hasta nuestros días por los realizadores cinematográficos. El montaje y la forma de contar la historia es una de ellas. Griffith es el director que dejó la huella indeleble en lo que refiere al lenguaje cinematográfico. Él es el creador del lenguaje cinematográfico del tipo relato. Los Lumière desarrollaron un  lenguaje más mediático, captador de espectadores (cosa que hizo que el cine se masificara), mientras que el discurso de Méliès era más surrealista, circense, fantástico (dando origen al cine de ciencia ficción). El relato cinematográfico, tal como hoy lo conocemos, se lo debemos a Griffith. Sentó las bases de lo que hoy es el cine de autor. En Intolerancia se pueden observar tomas fuera de campo y close-ups que, insertados en la historia, obligan al espectador a armar por sí mismo la historia: ésta es ensamblada a partir de elementos explicitados. Algunos close-ups son premonitorios de las miradas-cámaras que utilizaría como recurso discursivo el gran cineasta sueco Ingmar Bergman. Esto obligó a que las actuaciones fueran muy cuidadas.

     Otra característica digna de nombrar es la colosal escenografía y vestuario de las historias de la caida de Babilonia y de la masacre de San Bartolomé. Escenografías que luego se verían en las películas épicas de Cecil B. DeMille y de otros cineastas. Se utilizaron más de 3000 extras[1], y el monto de la producción sobrepasó los 2 millones de dólares de la época, si bien comercialmente fue un fracaso del que Griffith no se recuperó hasta la creación de United Artists. Especial mención merecen las escenas de elegante erotismo que envuelve al harén de Babilonia, totalmente novedosas para la época; y las del majestuoso palacio con la gigantesca escalinata, donde se celebró el festín (fotos adjuntas). No menos lo son algunos efectos especiales, que al espectador de hoy no le asombrarían, pero que son los “abuelos” de los efectos de hoy.

 A decir de algunos, Intolerancia fue inspirada por una cinta, también épica, del cineasta italiano Giovanni PastroneGaviria, de 1914. Adicionalmente, las críticas de racista que pesaban sobre Griffith, tras la propuesta de su anterior producción, El nacimiento de una nación, le llevaron a rodar una respuesta al público y a la crítica, en defensa propia. Seguramente no se entendió el sarcasmo implícito en El nacimiento de una nación, que más que una apología sobre el racismo, es una crítica al mismo.

     En relación con la tolerancia, solo cabe reflexionar si realmente la nueva onda, de ver con buenos ojos[2] la tolerancia “extrema”, es realmente conveniente. Producto de la tolerancia extrema resultan leyes que protegen los derechos de los victimarios más que los derechos de las víctimas y de sus deudos, surge un ambiente de anomia social, y lo anormal se institucionaliza por la excesiva permisividad. Se ha llegado a la aberración de pagarle sueldo a los presos en una sociedad como la nuestra, donde hay gente pobre –víctima del delito- que sí requiere la ayuda. ¿Es realmente conveniente la tolerancia extrema?

     El co-fundador de United Artists (junto con las luminarias Mary Pickford,Charlie Chaplin y Douglas Fairbanks), nos legó obras de gran factura, el lenguaje cinematográfico moderno y la forma de hacer montaje que, si bien han sido mejoradas, aún hoy perduran. Una obra de cuyo disfrute no se debe privar ningún cinéfilo, pues se trata de una obra maestra del cine.

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