David
Griffith - Intolerancia
Intolerancia
David Wark Griffith
1916
– Intolerance
Intérpretes.:
Lillian Gish (la mujer junto a
la cuna), Talmadge (la muchacha de la montaña), Elmer Clifton (el rapsoda), George Siegman (Ciro).
«Una película
para la posteridad, para la verdad, para la belleza.» Tal fue la intención de Griffith al componer el cuarteto
monumental de Intolerancia, catedral
resplandeciente
del arte mudo.
El guión se
desarrolla en cuatro partes, introducidas por la imagen recurrente de una
nodriza meciendo a un recién nacido:
* América en 1914. A fin de tener
buena conciencia subvencionando obras de caridad, un rico harinero provoca problemas sociales al
despedir a una parte de su personal. Un
huelguista, injustamente acusado de un crimen, es condenado a la horca. Su prometida intenta salvarlo...
* Judea
en época de Jesús. Con ocasión de una boda en Cana, se
produce un milagro. Es la obra de un
nazareno, amado por el pueblo pero perseguido por el poder de turno. Es condenado a morir crucificado.
* Francia
en tiempos de Carlos IX. Un católico está enamorado de la hija
de unos protestantes. Catalina de Médicis
decide que se extermine a estos últimos, pues no tolera la disidencia religiosa. El 24 de
agosto de 1572, día de San Bartolomé,
tiene lugar una terrible masacre...
* Caldea en tiempos de Baltasar. Babilonia es la capital de un lujo
desenfrenado; en sus palacios se ofrecen grandiosos festines. Pero Ciro asedia la
ciudad; una chica de la
montaña es herida de muerte...
Los enamorados de
la noche de San Bartolomé serán víctimas de la intolerancia religiosa, al igual
que los caldeos de la guerra que tiñe de sangre su país, y el nazareno lo será de la
conjura de los fariseos y los clérigos. Sólo el huelguista americano se salvará del cadalso, gracias a la intervención de su
amada.
El nacimiento de
una nación provocó
agitación en Estados Unidos. Su éxito descansaba
en un malentendido: D.W. Griffith (1875-1948), como patriota a la par que gran cineasta, quiso darle a Estados Unidos su Canción de Roldan; le reprocharon el haber despertado
los viejos demonios del racismo. Con el objeto de hacer callar a sus detractores, se
embarcó en una película de aún mayor envergadura, pero en la que el carácter humanitario sería inequívoco. Se inspiró en un episodio
real de la crónica judicial contemporánea: el proceso a un huelguista acusado por error de la
muerte de su empleador. El film se tituló
entonces The Mother and the
Law (La madre y la ley). Pretende
fustigar la intolerancia bajo
todas sus formas, la intolerancia que ha «martirizado a Juana de Arco... destruido la primera prensa... inventado a las brujas de
Salem...», etc.
En un impulso de
fiebre creativa, el cineasta decidió alargar esta sencilla crónica a las
dimensiones de un vasto fresco social, incluyendo famosos ejemplos de intolerancia a través de
los siglos. Alrededor de un nudo moderno y «realista» se irán incorporando,
como tantas otras metáforas amplias, los espectros de las guerras religiosas (el genocidio hugonote en el siglo XVI), la caída de
Babilonia y aquello que se destaca siempre como la
injusticia suprema: la crucifixión de Jesús. Tres plagas en el flanco de la historia de las sociedades, que conviene conjurar
para siempre, sobre todo en el contexto de una
nación moderna en la que tienen tendencia a reaparecer. De un caso banal de error judicial, pasa al «drama solar de todas
las épocas de la humanidad».
Se procuraron inmensos decorados
(entre ellos uno de cien metros de altura para el episodio
babilónico), se contrató a millares de figurantes; el presupuesto total alcanzó
los dos millones de dólares,
engullendo las ganancias de El
nacimiento de una nación y llevando
a la firma productora, la Triangle, de la cual Griffith era socio mayoritario,
al borde de la ruina. Las audacias del director no se limitaron a este lujo
decorativo, que de allí en adelante se convertirá en un sello de la fábrica de
Hollywood. Desarrollando el principio del montaje paralelo elaborado en El nacimiento de una nación, concibió su film como una suerte de
sinfonía en cuatro movimientos, entrecruzando los episodios, saltando
de una época y de un lugar a otro, multiplicando los choques de frente y las relaciones simbólicas: a la masacre de los protestantes responde la
represión de los huelguistas de 1914; a las ruedas del carro de Ciro, las de un
automóvil...
De todo ello
resulta una granizada de imágenes de ritmo jadeante, que culmina en un
admirable crescendo final, en el que lo familiar se mezcla con lo grandioso, lo cotidiano con lo sublime. Ciertas personas
no quisieron ver allí más que un «barullo
inexplicable» (Delluc) y «lirismo enfático» (Sadoul), en tanto que se lo acerca a las «tenebrosas escapadas susurrantes» de un
Walt Whitman, de quien el leitmotiv de la cuna meciéndose sin fin es un
préstamo explícito.
Estrenada en
septiembre de 1916, en vísperas de la entrada en la guerra de Estados Unidos, Intolerancia tuvo un éxito mediocre. Como
señala Jean Mitry, «no era el mejor momento
para predicar la fraternidad universal, y la obra fue retirada de circulación».
No dejó por ello
de ejercer una enorme influencia en el extranjero, por ejemplo en artistas como Carl
Dreyer, Abel Gance o Serguei Eisenstein.
PELÍCULAS CLAVE DE LA
HISTORIA DEL CINE
No todo cambia a través de los siglos
La película Intolerancia,
realizada por el pionero David Wark Griffith en
1916, es una monumental obra del cine, y probablemente sea el film más
importante de la era silente. Griffith,
considerado el padre de la puesta en escena del cine, sentó las bases para ello
en esta super producción.Intolerancia,
como su nombre indica, versa sobre esta constante característica de la
naturaleza humana. En cuatro historias: la caida de Babilonia, la pasión de
Cristo, la masacre de San Bartolomé y una historia ambientada en la época en
que se realizó la obra, nos muestra que siempre ha existido la intolerancia y
ha dado funestos frutos para todos. En la historia contemporánea, sin embargo,
el personaje injustamente acusado de un homicidio logra salvarse de la horca
gracias a que la verdadera culpable confesó el crimen. “La verdad os hará
libres”. Griffith, de esta forma, plantea que hay una posibilidad de que el
Hombre execre la intolerancia de entre sus emociones. Típico final feliz de Griffith,
y del cine posterior a él. Para apreciar bien esta obra, el espectador debe
intentar ubicarse en el contexto en el que fue hecha (hace ya un siglo): los
victorianos años de inicio del siglo XX; también años de inicio del cinema, y
estreno de una nueva forma de narrar el argumento cinematográfico, con la que
el público –y también la crítica- no estaban familiarizados.
Las cuatro historias corren
paralelas, y presentan un desarrollo narrativo lineal, aunque se intercalan
escenas de una historia a otra a lo largo de las 3 horas de duración, cada vez
con mayor rapidez y con menor duración las escenas de cada una, hasta llegar al
climax final de la película, cuando todas convergen y un mensaje de corte
moralista sella el final. Es de hacer notar varias características de esta
película que son de uso común hasta nuestros días por los realizadores
cinematográficos. El montaje y la forma de contar la historia es una de ellas.
Griffith es el director que dejó la huella indeleble en lo que refiere al lenguaje
cinematográfico. Él es el creador del lenguaje cinematográfico del tipo relato.
Los Lumière desarrollaron
un lenguaje más mediático, captador de espectadores (cosa que hizo que el
cine se masificara), mientras que el discurso de Méliès era
más surrealista, circense, fantástico (dando origen al cine de ciencia
ficción). El relato cinematográfico, tal como hoy lo conocemos, se lo debemos a
Griffith. Sentó las bases de lo que hoy es el cine de autor. En
Intolerancia se pueden observar tomas fuera de campo y close-ups que,
insertados en la historia, obligan al espectador a armar por sí mismo la
historia: ésta es ensamblada a partir de elementos explicitados. Algunos close-ups son
premonitorios de las miradas-cámaras que utilizaría como recurso discursivo el
gran cineasta sueco Ingmar
Bergman. Esto obligó a que las actuaciones fueran muy cuidadas.
Otra característica digna de
nombrar es la colosal escenografía y vestuario de las historias de la caida de
Babilonia y de la masacre de San Bartolomé. Escenografías que luego se verían
en las películas épicas de Cecil B. DeMille y de
otros cineastas. Se utilizaron más de 3000 extras[1],
y el monto de la producción sobrepasó los 2 millones de dólares de la época, si
bien comercialmente fue un fracaso del que Griffith no se recuperó hasta la
creación de United
Artists. Especial mención merecen las escenas de elegante erotismo
que envuelve al harén de Babilonia, totalmente novedosas para la época; y las
del majestuoso palacio con la gigantesca escalinata, donde se celebró el festín
(fotos adjuntas). No menos lo son algunos efectos especiales, que al espectador
de hoy no le asombrarían, pero que son los “abuelos” de los efectos de hoy.
A decir de algunos, Intolerancia fue
inspirada por una cinta, también épica, del cineasta italiano Giovanni Pastrone: Gaviria, de 1914.
Adicionalmente, las críticas de racista que pesaban sobre Griffith, tras la
propuesta de su anterior producción, El nacimiento
de una nación, le llevaron a rodar una respuesta al público y a la
crítica, en defensa propia. Seguramente no se entendió el sarcasmo implícito en
El nacimiento de una nación, que más que una apología sobre el racismo, es una
crítica al mismo.
En relación con la tolerancia,
solo cabe reflexionar si realmente la nueva onda, de ver con buenos ojos[2] la
tolerancia “extrema”, es realmente conveniente. Producto de la tolerancia
extrema resultan leyes que protegen los derechos de los victimarios más que los
derechos de las víctimas y de sus deudos, surge un ambiente de anomia social, y
lo anormal se institucionaliza por la excesiva permisividad. Se ha llegado a la
aberración de pagarle sueldo a los presos en
una sociedad como la nuestra, donde hay gente pobre –víctima del delito- que sí
requiere la ayuda. ¿Es realmente conveniente la tolerancia extrema?
El co-fundador de United Artists (junto
con las luminarias Mary Pickford,Charlie Chaplin y Douglas
Fairbanks), nos legó obras de gran factura, el lenguaje
cinematográfico moderno y la forma de hacer montaje que, si bien han sido
mejoradas, aún hoy perduran. Una obra de cuyo disfrute no se debe privar ningún
cinéfilo, pues se trata de una obra maestra del cine.
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